Raimundo Fitero
DE REOJO

Caravanas

Ver una caravana humana formada de hondureños que atraviesan Guatemala para encontrarse en la frontera sur de México con los pactos entre EE. UU. y el actual gobierno de AMLO, produce una triste sensación de renuncia, de pérdida, de derrota. Si México se convierte en el filtro o el freno de verdad para toda la migración centroamericana, se habrá dado una vuelta a la situación y EE. UU. desplaza el problema de su sur al sur del país que tiene al sur. La decisión de estas miles de personas de arriesgar todo para poder llegar a EE. UU. conmueve. Saben que se van a encontrar con problemas de toda índole, hasta las cargas policiales y del ejército mexicano con gases lacrimógenos que entran en una labor de colaboración que abre unos tiempos de mayor incertidumbre. Un camino que no deja huellas ni se pueden tirar migas de pan para una vuelta garantizada. Un camino que puede acabar en lo peor, la muerte, la desaparición, los abusos, la casi esclavitud. 

Caminan sin mirar atrás, porque dejan el dolor, la miseria, la imposibilidad de establecer una vida con ciertas garantías y estabilidad económica. Delante creen encontrarán un paraíso, una salida definitiva, una integración que no siempre se produce o, dicho de otro modo, que cada vez es más difícil que se pueda acomodar a sus esperanzas. Atrás dejan familia, amigos, historia por ir al encuentro de otra alternativa, de otra situación, por alcanzar los niveles económicos que ven reflejados en series y películas. Es una caravana humana, una de las muchas caravanas humanas, de los movimientos migratorios que, por culpa de las guerras, hambrunas, problemas económicos básico movilizan a millones de personas.

Miramos estas caravanas con displicencia, son tantos millones de seres humanos que nos confunden. Son como nosotros, incluso puede que seamos nosotros.