Antonio Álvarez-Solís
Periodista
AZKEN PUNTUA

Un virus de mercado

China está rodilla en tierra. No le vale su ejército terrestre, ni su armada, ni su aviación, ni su cohetería. Un diminuto y sagaz enemigo ha cruzado la frontera con un mandato sutil: «Herid, alarmad, inquietad pero no matéis, ya que la muerte puede desatar quizá una guerra delatora». Bastan la herida, las bajas asumibles: un 2%. Y una información masiva y providencial: «No viajeis allá; asteneos de la Gran Muralla, no adquiráis ordenadores amarillos, no compréis juguetes amarillos, ni motocicletas amarillas. Ni siquiera botes de carne amarilla para vuestro perro». Resguardaos de toda ansia oriental. Es por poco tiempo. Esto es todo. Con un fuerte abrazo, la Gran Factoría de Salud Occidental».

Los soldaditos de la libertad desfilan con su himno: «¡Somos los cornavirus,/ los protectores del Occidente,/ los que sabemos de democracia/ los que vivimos muy sabiamente/. Somos los microbios de la libertad. ¡Ey!».

Un sueño absurdo que me ha estropeado una de las pocas noches que me quedan. Pienso en el chotis de la verbena: «¡Un mantón de la China te voy a regalar!» ¿Por qué el sueño se ha estropeado también? Me miro al espejo y veo amarilla la esclerótica de los ojos. Corro al médico. «¿Qué ha cenado usted?», me pregunta. «Dos huevos fritos». «Pues no se preocupe; eso es un poco de bilis» ¿Por qué es tan difícil vivir ahora?