Iñaki Lekuona
Periodista
AZKEN PUNTUA

Hacia atrás

El 6 de febrero de 1934, con Benito Mussolini y Adolf Hitler en el poder en Roma y Berlín respectivamente, las ligas francesas de extrema derecha marcharon hacia el parlamento para acabar con la Tercera República francesa.

La manifestación se saldó con cientos de heridos y varios muertos, y con la izquierda decidida a hacer frente a la amenaza fascista con un Frente Popular que ganaría las elecciones dos años después, instaurando derechos sociales como el incremento del salario mínimo, la reducción de la jornada laboral a cuarenta horas, la creación de las dos semanas de vacaciones pagadas o la puesta en marcha del convenio colectivo entre trabajadores y patronal.

Este último 6 de febrero, Jean-Marie Le Pen despedía a Roger Holeindre, con el que creó en los setenta el Frente Nacional con los restos de aquellas ligas, de antiguos colaboracionistas y de exparamilitares de la Organisation de l'Armée Secrète (OAS).

Hoy, Rassemblement National (RN) que dirige ahora su hija arrastra además de aquello una deuda de una docena de millones de euros que amenazaría con otro sepelio si no fuera porque la extrema derecha posee hoy día una base social que no envidia a la de hace ocho décadas.

Lo terrible no es solo que la izquierda francesa entone la misma Marsellesa con la que Le Pen y los suyos despidieron a Holeindre; lo terrible es que la izquierda está desaparecida mientras se siguen recortando los derechos sociales que comenzaron a ganarse tras aquel 6 de febrero de 1934.