Carlos GIL
Analista cultural

Señales de mutación

Siguen las compañías y los profesionales de las artes escénicas vascas obteniendo premios y reconocimientos en casi todos los rubros importantes en la feria más importante de las que se celebran en el Estado español dedicada a las obras destinadas a públicos infantiles y familiares, FETEN de Gijón, adonde acudí unos días y puedo atestiguar su solvencia narrativa, su acierto en temas de importancia, tratados con entidad, pero que me pareció que se establecían en estéticas muy conservadoras, o dicho de otra manera, sin excesivos riesgos, cuestión que por lo comentado con algunos de sus responsables, parece tiene que ver más con sus posibilidades de explotación posterior que con sus deseos artísticos propios.

Son los responsables de las programaciones de instituciones, salas y teatros, como eslabón ideológico invisibilizado pero con apariencia de tomar decisiones técnicas, quienes condicionan lo que se exhibe o no, por lo tanto, lo que se produce o no. Un tema recurrente, del que no parece que podamos salir de manera inequívoca y con reglas de ética democrática cultural.

Además de esto, detecto otras señales mucho más interesantes, quizás debamos poner el foco por unos momentos en Bizkaia y su capital, donde llevan años proporcionado posibilidades para que crezcan artistas que ya habían mostrado sus capacidades y a quienes se les dan los medios para que puedan expresarse en plena libertad.

Con riesgo, con errores lógicos y en algunos casos incluso obvios, pero que nos hacen pensar en la llegada de una generación de artistas que se está estableciendo y donde hay muchas mujeres en diferentes lugares de gran responsabilidad e importancia de todo el sistema. Un magnífico síntoma que nos anuncia que estamos ante una evolución y no una competición. Así sea.