Raimundo Fitero
DE REOJO

Catetos

Uno de los síntomas de catetismo más obvio y evidente, como de la mediocridad, es ver en los otros el catetismo y la mediocridad que uno atesora por genética, ética, estética y militancia política. Cuando una política del nivel de catetismo, las limitaciones intelectuales, la mediocridad, el pastoreo por las estructuras blancas y negras de un ente como la banda de Casado se atreve a decir que las autonomías, las naciones sin estado, las nacionalidades que forman la península ibérica son fruto de los delirios de unos catetos está emprendiendo el camino a la gloria. Nadie puede llegar a más nivel de cateta, ignorante y centralista antidemocrática.

Pero eso no importa, compite para ver quién es la más cateta o mejor cateto, con el alcalde okupa de Madrid, Martínez Almeida, conocido como «el Carapolla», que procura cada día un motivo para desconfiar de la ciencia. Pero es que el cateto de todos los catetos, su jefe, Santiago Abascal, en su disfraz de Pablo Casado, además de todos sus complejos, sus titulaciones falsas, sus devaneos con la extrema derecha de la que emana y forma parte consciente, es un destructor de sus propias posibilidades. Unirse en la CAV con el cadáver de su gemelo Rivera, dejando a su propio partido reventado, sin cabeza, es un acto que solamente Cayetana y sus tirabuzones retóricos puede sustentar, lo que hace posible que hasta el pistolero de Amurrio pille cacho. O Rosa Díez, que para el caso es lo mismo.

Catetos del mundo, uníos, porque de nosotros será el futuro. La gran lección de los catetos del Brexit no la aprenderán estos despojados de raciocinio básico. Los muy catetos británicos siguen ajustando sus cervezas mientras que los superlistos europeos pastueños no saben aprobar un presupuesto sin los cientos de miles de millones de los catetos. Algo no cuadra. Catetos a babor.