Mikel CHAMIZO
LA CULTURA EN LONDRES

Londres, la ciudad que se resiste a cerrar teatros o salas

EL FIN DE SEMANA LA OFERTA DE OCIO SE MANTUVO E INCLUSO, DEBIDO AL MENSAJE DE BORIS JOHNSON, SE IMPULSÓ CON OFERTAS EN LAS ENTRADAS DE LOS ESPECTÁCULOS. SIN EMBARGO, EL LUNES LA SITUACIÓN CAMBIÓ DRÁSTICAMENTE Y LOS PRINCIPALES MUSEOS DE LA CIUDAD BAJARON LA PERSIANA.

El pasado viernes, mientras en Euskal Herria la gente comenzaba a encerrarse en sus casas, en Londres la vida seguía como si nada. Oxford Street, una de las arterias principales del centro a la que londoners y turistas acuden para saciar su compulsión consumista, solo parecía ligeramente menos saturada que un viernes cualquiera.

A unos cientos de metros de allí, en el Sondheim Theatre del Soho, entro a una función de “Les Misérables”, el segundo musical más longevo del West End, que se representa casi ininterrumpidamente desde 1985. El aforo, habitualmente completo durante los fines de semana, apenas se vio afectado (en torno al 90% de asistencia) a pesar de que las precauciones ante la amenaza del Covid-19 se limitaban a un ligero aumento de las medidas higiene: durante el descanso, los trabajadores rociaban con spray desinfectante las barandillas y otras superficies. Pero en este tipo de teatros, a menudo modificados para dar cabida a la mayor cantidad de gente posible, el público seguía tan apiñado como siempre.

Durante el fin de semana, la potente industria de los musicales seguía su curso impasible, así como los principales museos de la ciudad y las salas de cine. La música clásica, quizá, sí se veía más resentida: el jueves, la Orquesta Sinfónica de Londres daba su último concierto hasta el momento en el Barbican Centre y el panorama era distinto del habitual, con la mitad de las butacas vacías. Al fin y al cabo, muchos ciudadanos de edad avanzada, que son el público mayoritario de la música clásica y principal grupo de riesgo ante el virus, estaban ya empezando a verle las orejas al lobo, a Boris Johnson y su peculiar plan para enfrentar la pandemia.

Mientras otros países europeos hace días que habían cerrado teatros, museos, cines y otras instalaciones culturales, la política dictada desde el gobierno conservador de Gran Bretaña era justo la contraria: keep calm, sigamos adelante como siempre; los grupos de riesgo que se protejan (sin detallar muy bien cómo) y los demás que se contagien alegremente y desarrollen resistencias contra el virus.

Esta decisión, dictada por el miedo al colapso de una economía tocada por el Brexit, se trasladó también al ámbito cultural, a pesar de las numerosas voces que denunciaban que se trataba de un plan suicida. El mismo domingo, el Arts Council England, encargado de subvencionar innumerables empresas e instituciones culturales en Inglaterra, insistía en que la prioridad era «staying in business» (mantener el negocio). Y, siguiendo las directrices del gobierno, numerosos teatros comenzaron a hacer agresivas ofertas. Se podían comprar, por ejemplo, entradas para “Mamma Mia!”, en buenas localidades, por tan solo 15 libras; y una de las plataformas de venta de entradas más poderosas del país, TodayTix, anunciaba una promoción inaudita: si el show finalmente se cancelaba, te devolverían el 110% de lo pagado.

Todo este panorama desquiciado terminó abruptamente el lunes, cuando Johnson comunicó que el gobierno recomendaba «fuertemente» cerrar los espacios culturales. Una vez más, no se trataba de una orden sino de una recomendación, pero parece ser que empresas e instituciones han reaccionado por fin: museos como el Tate o el British Museum cerrarán temporalmente, la cadena de cines Odeon ha cesado su actividad y los musicales West End han bajado el telón, aunque, de momento, solo durante una semana.

Esta actitud de aguantar en activo hasta el último minuto, no obstante, ha generado una brecha de desconfianza con cierto sector del público. Un influente operófilo de la ciudad criticaba duramente el lunes a la principal ópera del país, la Royal Opera House, por «mantener la ‘Traviata’ de ayer para raspar un poco de calderilla, sabiendo que el gobierno iba a recomendar hoy el cierre de los teatros».

Londres es una de las ciudades más culturales del planeta precisamente porque ha sabido mejor que nadie articular la cultura también como un negocio, pero en esta ocasión excepcional el negocio ha hecho de la cultura un peligro.