Iker BIZKARGUENAGA
BILBO
Entrevista
ANTON ERKOREKA
DIRECTOR DEL MUSEO VASCO DE HISTORIA DE LA MEDICINA

«Veíamos que vendría algo así y tenemos que esperar cualquier escenario futuro»

Director del Museo Vasco de Historia de la Medicina, Anton Erkoreka es especialista en historia de las enfermedades y expone, a preguntas de GARA, los pararelismos entre aquella pandemia que asoló el mundo hace un siglo y la causada por el Covid-19.

Hace dos años Anton Erkoreka, una de las voces más autorizadas sobre la gripe española, atendía a nuestras preguntas para un reportaje publicado en 7K sobre el centenario de aquella pandemia que pasó de forma arrasadora por el mundo y causó decenas de millones de víctimas. Aquella entrevista concluía con una afirmación que sonaba a advertencia: «Seguro que volverá a haber pandemias gripales. Algunas serán muy virulentas, como la de 1918, y otras menos, como la de 2009. Lo que no sabemos es cuándo o cómo ocurrirán». Dos años después, con el planeta en estado de shock, nosotros volvemos a llamar a la puerta del director del Museo Vasco de Historia de la Medicina buscando respuestas.

Cuando hicimos la entrevista sobre la gripe española usted hizo una afirmación que ahora parece premonitoria. ¿Le ha cogido por sorpresa lo ocurrido?

La casualidad no existe y seguramente tampoco la premonición. Todos los que hemos estudiado las pandemias veíamos que tenían que venir esta y otras pandemias víricas. Esperábamos que fuera una subcepa del virus influenza pero, al final, ha sido un coronavirus. Encima este SARS-CoV-2 que ha aparecido en Wuhan es un primo hermano del SARS que apareció en 2002-2003 dando una alta mortalidad de casi el 10% de los afectados. Y es también un pariente, un poco más lejano, del MERS de 2015, que todavía fue mucho más grave, ya que afectó a 2.500 personas y mató a 450. Este, además, apareció en el lugar más inverosímil, como pueden ser los desiertos de Oriente Medio, ya que el animal del que procede es el dromedario. Por tanto, en el futuro, tenemos que esperar cualquier escenario.

¿Qué pensó cuando empezó a informarse sobre un nuevo coronavirus en China? ¿Imaginaba que dos meses más tarde estaríamos como estamos ahora?

La primera noticia la tuve por un medio francés que adelantaba que había aparecido ‘una neumonía de origen desconocido’ en una ciudad situada en el corazón de China y que lo habían comunicado a la OMS; unos días después, el 20 de enero, la OMS publicaba su primer “Situation Report” informando al mundo de que ya había 282 casos y seis muertos. El día 23, y subrayo que fue tres días más tarde, el Gobierno chino ponía en cuarentena absoluta a 20 millones de personas, lo que nos daba idea de la extrema gravedad del tema, aunque no lo dijeran de palabra.

Los hechos bastaban para saber que nos venía una crisis muy grave. Gravedad que parece que muchas autoridades europeas, cuando empezó entre nosotros no la percibieron, y todas las medidas tomadas llegaron muy tarde, con un número de afectados y de muertos muchísimo más grande de lo que había en China cuando empezaron a tomar medidas contundentes.

Usted es experto en la gripe española, ¿observa algún paralelismo entre lo que está ocurriendo en este momento y lo sucedido hace un siglo?

Mi impresión es que estamos como en la primera onda de primavera de la gripe española. Y las ciudades afectadas ahora, Vitoria o Madrid, por ejemplo, tienen un perfil muy similar al que tuvo la ciudad de Madrid en los meses de mayo y junio de 1918. Ese gravísimo brote fue el que le dio el nombre de gripe española a aquella pandemia.

¿Cuál es la razón de que se denomine gripe española? ¿La virulencia con la que afectó a Madrid tiene que ver con esa denominación?

Entre mediados de mayo y mediados de junio hubo un brote intenso de gripe en Madrid que afectó a la mitad de la población. De los 600.000 habitantes que tenía Madrid en esa época enfermaron alrededor de 300.000. Ahora bien, la tasa de mortalidad fue de 1,7 fallecidos por cada 1.000 habitantes. Esta gran afectación y el tratamiento amplio que le dieron los medios de comunicación de todo el mundo fue lo que hizo que se le llamara gripe española. Esta denominación nació de una noticia del 2 de junio de 1918, en el periódico británico “The Times”, en el que se le denominó spanish influenza.

Aquella gripe de consecuencias tan trágicas fue causada por sucesivas mutaciones del virus H1N1. ¿Qué características tuvo aquel brote? ¿Cuáles eran los síntomas que causaba?

El virus de la gripe muta continuamente y alguna cepa mutó en verano de 1918, volviéndose muy virulenta. La onda u oleada del otoño fue muy agresiva, y produjo unos cuarenta millones de muertos en todo el mundo. Volviendo al brote de Madrid, quiero recordar los datos de un artículo de libre acceso que he publicado en la revista ‘Investigación y Ciencia’; al haberse inmunizado más de la mitad de la población de Madrid en primavera, el brote de otoño fue mucho más leve. Concretamente, en Madrid murieron, en otoño, sólo 3,4 de cada 1.000 habitantes, mientras que en las provincias del norte de la Meseta, como Burgos, Palencia o Zamora, que apenas sufrieron la onda de primavera, murieron en otoño 16 de cada 1.000. Sus habitantes no estaban inmunizados y el virus causó una verdadera hecatombe en esas provincias.

La gripe española afectó de forma particularmente violenta a gente joven, muchos, veinteañeros. ¿A qué se debió?

Las gripes pandémicas afectan, fundamentalmente, a adultos jóvenes. Hombres y mujeres entre 20 y 40 años. Parece una contradicción, pero hoy en día creemos que estas muertes se producían precisamente porque sus defensas inmunológicas eran potentes y reaccionaban en exceso al ataque de un virus muy virulento. Esto se explica porque se produce lo que se llama una tormenta de citocinas y esta reacción es la responsable de las muertes en hombres y mujeres jóvenes.

En esta pandemia, son las personas mayores y aquellas que tienen dolencias crónicas las más afectadas por este nuevo coronavirus, ¿puede decirse por tanto que su modo de actuar es diferente?

La población diana contra la que actúa el virus ahora es diferente. El coronavirus mata, fundamentalmente, a mayores de 60 años y con predilección por aquellos que tienen otras patologías asociadas.

La gripe española mató a unos 50 millones de personas. Con todo lo trágica que está siendo esta pandemia, no parece que vaya a ser tan letal. ¿Podemos confiar en que no se alcanzarán las cifras del siglo pasado?

Todavía es pronto para saber la tasa de mortalidad sobre población total que va a tener esta pandemia. Ya lo iremos viendo…

Ha indicado que hace un siglo la enfermedad se desarrolló en diferentes oleadas. Cronológicamente, ¿cómo fue el proceso?

Se produjeron entre tres y cuatro ondas u oleadas epidémicas: primavera de 1918; la más grave, en otoño de 1918; hubo un rebrote, fundamentalmente en el hemisferio Sur, en los primeros meses de 1919; y, en algunos lugares, otro rebrote suave en los primeros meses de 1920.

En el caso de Bilbao, por ejemplo, los Boletines Epidemiológicos nos confirman que se presentaron los cuatro brotes y, según nuestros cálculos, provocaron la muerte de 0,6 por 1.000 habitantes en la primavera del 1918; de 8,4 por 1.000 en otoño; de 3,1 por 1.000 en 1919 y de 2,2 por cada 1.000 habitantes en el año 1920.

¿Podría ocurrir lo mismo en este caso? ¿Podría ser esta la primera de sucesivas oleadas?

Eso no lo podemos saber todavía. El SARS de 2002-2003 desapareció entre los meses de junio y julio y no volvimos a saber más de esa enfermedad. Igual que ocurrió en el pasado con otras terribles enfermedades, como la peste que, tanto la de Justiniano como la cadena de pandemias que hubo entre los siglos XIV y XVIII, desaparecieron sin que sepamos las causas. Los científicos no lo sabemos todo, y es mejor reconocerlo y seguir trabajando con hipótesis, aunque muchas veces no las podamos demostrar.

En la entrevista de hace dos años usted advertía de lo siguiente: «el gran problema es que una situación de emergencia como esta y la demanda masiva de asistencia por parte de la población colapsarían nuestros hospitales y nuestros centros de salud, que se verían desbordados e incapaces de atender a todo el mundo». En este momento los sistemas sanitarios están al límite. ¿Ha sido por falta de previsión? ¿O lo ocurrido era inevitable?

Este es otro tema muy controvertido. La sanidad pública es muy cara y destina sus limitados medios económicos a atender las patologías dominantes: cardiovasculares, cánceres, etc… Tiene que haber previsión, reservas y simulacros de situaciones de pandemia como la actual, pero todo el sistema no puede estar dirigido a esta eventualidad. Nuestros profesionales, a todos los niveles, están actuando con un valor y una destreza increíbles, con pocos medios y jugándose literalmente la vida. Si hay que criticar retrasos en la aplicación de medidas o fallos, habrá que hacerlo cuando pase esta gravísima alarma sanitaria. Mientras tanto, todos debemos seguir las instrucciones de las autoridades sanitarias competentes y cooperar, manteniéndonos estrictamente en casa, no divulgando bulos y ‘chorradas’ que llenan las redes y ayudando en lo que está en nuestra mano, sin crear tensiones inútiles o intentar aprovecharse de esta situación.

En un artículo usted señalaba que lo más efectivo es lo que ya se aplicaba en la Edad Media: el aislamiento y la cuarentena. ¿Es esa la medida más eficaz en estos momentos?

La cuarentena es un término simbólico y bíblico. El diluvio destruyó todas las formas de vida de la tierra como castigo contra los humanos por volverse contra ella. Pasado el diluvio, Noé permaneció cuarenta días en el Arca varada en el monte Ararat. Transcurridos esos cuarenta días, una paloma trajo una hoja de olivo al Arca para demostrar que la vida podía volver a renacer en la tierra y fue entonces cuando los humanos y los animales supervivientes salieron del Arca a repoblar nuevamente la tierra. ¿A que es una historia bonita? Pues además es un arquetipo con aplicaciones actuales, porque estamos destruyendo el planeta con la superpoblación, con la contaminación; estamos llenando todos nuestros terrenos fértiles y nuestros montes de cemento, asfalto, basuras, pistas, fumigaciones inútiles… Tenemos que tomar en serio el respeto a nuestro planeta, al medio ambiente, y tomar medidas radicales e inmediatas contra el cambio climático, porque todo lo que está pasando, no es una casualidad.