Maddi TXINTXURRETA
BIENES DE PRIMERA NECESIDAD

LA POBREZA, OTRO SÍNTOMA DEL CORONAVIRUS... ¿O DEL SISTEMA?

La crisis del Covid-19 ha provocado que muchas personas tengan dificultades para adquirir bienes de primera necesidad. Esta embestida económica está afectando a todo tipo de familias, pero las que más lo acusan son las que ya estaban en situación vulnerable.

Para un amplio sector de la ciudadanía, el encierro domiciliario que la crisis del coronavirus ha provocado está lejos del ideal del impasse vital que sostienen ciertas personas a las que la crisis no les ha afectado económicamente. Ese impasse, retiro espiritual o esa oportunidad para aflojar los horarios que el capitalismo ha marcado y ahogan el día a día de muchos y muchas, se convierte en una carrera a grandes zancadas por la supervivencia para aquellas personas que no alcanzan a satisfacer sus necesidades básicas.

Las necesidades básicas como los alimentos, acceso a agua potable, un techo bajo el que dormir, son pocas y están clara y reiteradamente definidas. La crisis generada por el Covid-19 ha aumentado el número de personas que carecen de estas necesidades vitales. Incluso ha agravado la situación de aquellas personas y familias que se encontraban en situación vulnerable antes de que el virus cruzara nuestras fronteras.

Uno de los axiomas que se han ido repitiendo durante estos días es el que dice que el coronavirus afecta a ricas y a pobres, que no distingue entre clases, y sí, en cierta manera, pero no todas las personas sufren sus consecuencias del mismo modo. «El confinamiento está afectando en mayor o menor medida a toda la población, pero esta incidencia es mucho mayor en las familias vulnerables. El impacto negativo es directamente proporcional a la situación de vulnerabilidad que tenían estas familias previamente», apunta Lydia Almirante, de la comisión permanente de la Red Navarra Contra la Pobreza y la Exclusión Social.

Sobra decir, por otra parte, que la pobreza no es uno de los tres síntomas más comunes del coronavirus, sino de los despidos, quiebra de empresas y de los más de 20.000 ERTE que ha habido en Hego Euskal Herria. La pobreza sería, por lo tanto, un síntoma de –escoja el motivo que más le guste– la gestión de esta crisis por parte de las instituciones o del sistema en sí mismo.

Según el último informe de Arope, en 2018, las personas en situación de pobreza y/o exclusión social eran 347.160 en Hego Euskal Herria. Aún es pronto para saber hasta qué punto influirá el Covid-19 en esta cifra, pero es previsible que el número de personas en esta situación se incremente.

Almirante aclara que, por ejemplo, ha aumentado el número de personas que piden ayuda alimenticia. «El Gobierno [de Nafarroa] dijo que había 8.090 personas con dificultades para alimentarse aparte de las 4.615 que ya recibían becas comedor. Todas estas personas están siendo atendidas por comedores sociales o bancos de alimentos. Pero el aumento es muy preocupante», expone.

En la red contra la pobreza de Nafarroa, según explica Lydia Almirante, se han encontrado, por una parte, con el agravamiento de la situación de las personas y familias que antes de la crisis sanitaria ya estaban en situación de pobreza y con «nuevas personas» que se han sumado al colectivo de la población vulnerable durante el estado de alarma: «Por ejemplo, porque han perdido el empleo, porque hay ERTE que todavía no se han resuelto y porque un ERTE tampoco te garantiza el 100% de tus ingresos anteriores. Cuando tienes un empleo precario, generalmente no generas ahorros, y cuando llega una situación de estas no tienes capacidad de respuesta. Entonces, probablemente estarás endeudado y, además, se siguen manteniendo los gastos».

En Cáritas se han encontrado con situaciones parecidas. «Venimos de la crisis de 2008, ahí fue cuando empezamos a hablar del precariado, y ahí hubo situaciones de gente que perdió el trabajo», comenta Ana Sofi Telletxea, responsable del departamento de análisis y desarrollo de Cáritas Bizkaia. Es cierto que la situación había mejorado en los últimos años en lo que respecta al acceso al empleo, pero muchos de esos empleos eran precarios. «Lo que estamos viendo ahora es la llegada esas personas que, de nuevo, han perdido su trabajo. Empleadas domésticas, sobre todo de origen extranjero y mujeres. Están llegando personas que trabajaban en hostelería y construcción», expone Telletxea. «No son nuevos pobres, es una parte de la población que cuando mejora la economía consigue insertarse pero en precario y, cuando empeora, son los primeros en perder sus empleos. La mejoría económica que se decía que iba a ser estable, no está aguantando la embestida del confinamiento. Son empleos que siempre están en riesgo y, en consecuencia, son personas que siempre están en riesgo», añade.

Por ello, las personas que llevaban años fuera del circuito de ayuda de Cáritas, han tenido que volver a recurrir a la asociación.

Nuevas necesidades: Internet

Antes del confinamiento, en Cáritas Bizkaia atendían a 4.000-5.000 personas al año, con lo cual, durante el confinamiento han tenido que garantizar los servicios para las personas que ya acudían a la asociación, pero con la dificultad de prescindir de la atención presencial. Esto les ha obligado a reestructurar sus servicios, reforzando las vías telemáticas, cambiando el método de pago u ofreciendo acompañamiento telefónico, por ejemplo. Han duplicado sus ayudas económicas. Y el confinamiento ha provocado, según Ana Sofi Telletxea, que el acceso a Internet o disponer de un teléfono móvil (y su saldo) también se hayan convertido en bienes de primera necesidad. «Nos estamos encontrando con personas que han tenido que echar mano del teléfono de un amigo para ponerse en contacto con nosotros, y entiendo que si lo hacen para hablar con nosotros, también lo harán para comunicarse con los servicios sociales», explica.

Problemas que hay y vendrán

Otro tema que preocupa a las voluntarias de Cáritas es el de la vivienda. «Los problemas de vivienda están por venir», advierte Telletxea, pues, en su opinión, las medidas públicas de aplazamiento de pagos de hipotecas y alquileres no hacen más que «aplazar el problema». Comenta que, a pesar de que el confinamiento pueda «proteger» por el momento a las familias que están en riesgo de perder su vivienda, lo cierto es que «están acumulando deuda». «Y no se sabe si estas personas podrán hacer frente a esta deuda cuando todo esto acabe», añade.

La situación de las personas sintecho que viven en Donostia también «ha empeorado» con el Covid-19, según Garazi Montuschi, voluntaria de la Red de Acogida Ciudadana de Donostia. Pone un ejemplo: en una fábrica del barrio Infernua pernoctan alrededor de 50-60 personas, y muchas de ellas acudían a Cáritas o a otras organizaciones para abastecerse de comida o darse una ducha. «Con el coronavirus todo eso se detuvo, y los primeros días fueron muy duros para ellos. Después de tres semanas conseguimos que el Ayuntamiento les llevara una ducha, les llevamos también una lavadora. Nosotras empezamos a llevarles la comida y más tarde se encargaron de esto los servicios sociales del Ayuntamiento», relata Montuschi.

La voluntaria apunta que uno de los colectivos que «hasta ahora» apenas había recurrido a la Red de Acogida Ciudadana, pero que ahora sí, es el de los latinoamericanos: «A algunos se les ha acabado el dinero que tenían ahorrado y nos llaman, sobre todo, para conseguir comida. Cada semana aumenta el número de personas y familias latinoamericanas que contactan con nosotras, la mayoría son empleadas de hogar que se han quedado sin trabajo».

Así como la tos, la fiebre y las dificultades respiratorias son indicadores de infección por coronavirus; parece ser que el género, el origen y la clase son determinantes para sus consecuencias económicas y sociales. Y lavarse las manos, confinarse y mantener la distancia de seguridad no sirve en este caso. Habría que esperar a la vacuna.

 

«Ez ditzatela aterpetxeetatik Kanporatu»

Donostiako Hiritarron Harrera Sareak denbora darama Udalari eskatzen etxerik gabeko pertsonentzako aterpetxeen plazak gehitzea. Pandemiaren garaian, eta konfinamendua derrigorrezkoa dela ahaztu gabe, Garazi Montuschi boluntarioak dio Udalak eskaintzen dituen plazak ez direla nahikoa; «jendea kanpoan geratu da, eta sartzeko itxaron zerrenda dago». Gainera, badira pertsona batzuk «arrazoi desberdinengatik» aterpetxe hauetatik kanporatu dituztenak, beste alternatibarik eskaini gabe, eta larrialdietarako gizarte zerbitzuetara jo besterik ezin dute egin. «Dutxarik gabe eta lotarako lekurik gabe geratzen dira», salatu du Montuschik eta, horregatik, Hiritarron Harrera Sareak Udalari eskatu dio «ez ditzatela aterpetxeetatik kanporatu». Bestalde, Montuschik esan duenez, Poliziak «behin eta berriz» gelditzen ditu kalean etxerik gabeko pertsonak, «isunak jartzen dizkiete, askotan atxilo eramaten dituzte, beraien ondasunak ere kentzen dizkiete eta mugikor gabe geratzen dira». «Orduan, desesperatuta jotzen dute guregana», dio.M.T.