GARA
JOHANNESBURGO

Racismo, escándalos y bulos sobre los fármacos occidentales en África

El mayor riesgo en África es la exclusión del acceso a fármacos y vacunas, pero hay otros problemas añadidos. Los bulos que se extienden en las redes sociales, unidos a las propuestas racistas que llegan de Europa y a una historia de abusos y escándalos ligados a empresas farmacéuticas, abonan la desconfianza hacia lo que llega de Occidente.

Esa falta de confianza hacia las vacunas occidentales en África se ha asomado en las redes sociales del continente, aprovechando los recuerdos de los escándalos médicos que han marcado su historia.

Un logotipo que muestra una jeringa en un círculo rojo tachado con el lema «ninguna prueba de vacuna en África», un dibujo de una mujer negra blandiendo un machete bajo la garganta de un médico blanco con una jeringa, hashtags como #nonauvaccinenafrique, #jenesuispasuncobaye, #pasdetestde- vaccinenafrique, #lAfriquenestpasunlaboratoire ...

Durante varias semanas, las redes sociales africanas han estado repletas de publicaciones que advierten contra las vacunas «envenenadas» que se prueban o inyectan en secreto en el continente.

El origen de estas reacciones está tanto en bulos que han circulado sobre las vacunas como en declaraciones racistas y en verdaderas prácticas que han tomado a los africanos como cobayas de Occidente.

Bulos

A principios de abril, publicaciones virales en África occidental afirmaron que siete niños habían muerto en Senegal después de recibir «la vacuna Bill Gates». Una investigación de AFP mostró que este rumor se originó... con una broma de un comerciante de cosméticos en los suburbios de Dakar.

En otro vídeo compartido decenas de miles de veces en Costa de Marfil, una mujer que se hizo pasar por enfermera dijo que los centros de detección se utilizarían para vacunar a la población sin su conocimiento por vía nasal.

Sin embargo, no hay vacuna contra el coronavirus. Aunque actualmente se llevan a cabo cien proyectos en todo el mundo, incluidos diez en la fase de ensayos clínicos, y ninguno va desarrollarse, y mucho menos a producirse en masa, antes de varios meses.

Estos bulos se han multiplicado después de un debate televisivo en la cadena francesa TLI que provocó indignación en muchos países africanos.

Racismo condescendiente

Refiriéndose al interés de probar la vacuna contra la tuberculosis BCG para el nuevo coronavirus, uno de los médicos que participaba preguntó si «no podríamos hacer estas pruebas en África, donde no hay mascarillas ni tratamientos ni cuidados intensivos». La Organización Mundial de la Salud (OMS) tachó los comentarios de racistas y propios de una mentalidad colonial. Además, insistió en que África no es un campo de experimentos peligrosos.

«Realmente quiero asegurar a la gente que los ensayos clínicos que se están realizando actualmente en el continente respetan los estándares internacionales y siguen los mismos protocolos que en otros países desarrollados», afirmó el jefe del programa de inmunización y desarrollo. vacunas para la OMS en África, Richard Mihigo.

Pero el temor de los países africanos a los planes de países ricos no carece de fundamento. «Hay una larga historia de desconfianza hacia las vacunas en África», señala Keymanthri Moodley, director del Centro de Ética y Derecho de la Medicina de la Universidad de Stellenbosch (Sudáfrica), quien subraya que el debate de la televisión francesa tuvo un gran impacto. «Estas personas están haciendo declaraciones importantes, como si no tuviéramos nada que decir. Es como si volviéramos a la época colonial. Personalmente, me parece racista y condescendiente», lamentó la exministra de Justicia de Kenia Martha Karua.

Según algunos países europeos y australianos, Sudáfrica hizo pruebas similares a las propuestas en el debate a 500 trabajadores de la salud.

Historia de escándalos

En la memoria colectiva africana se mantienen escándalos médicos que han marcado el continente hasta la historia reciente.

Durante la época del apartheid en Sudáfrica, el siniestro «doctor muerte» Wouter Basson, que dirigió el programa de armas químicas y biológicas del Gobierno en los años 80 y principios de los 90, había trabajado en un proyecto, que no tuvo éxito, de esterilización de mujeres negras por sustancias que debían serles inyectadas junto a las vacunas.

En Nigeria, a principios de la década de 2000, el gigante farmacéutico Pfizer pagó 75 millones de dólares a cambio del abandono de los procesos judiciales en su contra por probar, en 1996, un medicamento contra la meningitis sin el conocimiento de la población.

La firma estadounidense afirmó haber obtenido el acuerdo verbal de las familias, lo que estas niegan, a la vez que denuncian que el fármaco, Trovan, fue responsable de la muerte de al menos once niños y del daño fisiológico a otros 189.

Las revelaciones de varios casos de medicamentos contra el VIH fraudulentos en todo el continente también han alimentado un fuerte resentimiento contra los políticos y algunos científicos, según Keymanthri Moodley.

Soluciones locales

Sara Cooper, integrante del Consejo de Investigación Médica de Sudáfrica, opina que la investigación realizada por científicos africanos, en lugar de basarse en la de los programas extranjeros, «podría ayudar a reconstruir la confianza colectiva y reducir el rechazo».

En lugar de disipar estos temores calificándolos como «falsos rumores» o «conocimientos erróneos» deberían ser «escuchados y reconocidos», asegura.

Los remedios locales contra el coronavirus basados en plantas de la farmacopea tradicional tienen mucho éxito, incluso aunque su efectividad no ha sido científicamente probada, como el té de hierbas hecho con artemisia lanzado a fines de abril por el presidente de Madagascar, Andry Rajoelina.

«Si no hubiera sido Madagascar, sino un país europeo el que hubiera descubierto este remedio, ¿hubiera habido tantas dudas? No lo creo», ha defendido el producto Rajoelina. «El problema es que viene de África. No se puede aceptar que un país como Madagascar, el 163º más pobre del mundo, haya desarrollado esta fórmula para salvar el mundo», insistió.

La OMS ha advertido sobre el uso de medicamentos sin eficiencia probada. «Los africanos merecen usar medicinas sobre las que se hayan realizado pruebas con los mismos estándares que la población del resto del mundo. Incluso si las terapias derivan de prácticas tradicionales y naturales, determinar su eficacia y seguridad a través de ensayos clínicos rigurosos es fundamental», insistió.

Otra ocurrencia ha sido la de presidente de Tanzania, John Magufuli, cuya actitud de minusvalorar la importancia de la pandemia preocupa gravemente en África. Aseguró que su hijo sanó de la enfermedad usando solo remedios de limón y jengibre y avanzó medidas para reabrir el país porque, en su opinión, rezar está ayudando a bajar los casos.

Esperanza en las vacunas

Aunque no todo es desconfianza, dado que la historia también ha demostrado la utilidad de las vacunas, como señala Richard Mihigo: «La gente sabe que las epidemias ocurren cuando no hay inmunización. Lo vimos con el sarampión. Participan masivamente en las campañas. Conocen sus beneficios». «Miles de millones de personas esperan hoy en día una vacuna que es nuestra mejor esperanza para poner fin a esta pandemia. Como países de África, estamos decididos a que la vacuna no tenga patentes, se fabrique y distribuya rápidamente y sea gratuita para todos. Toda la ciencia debe ser compartida entre los gobiernos. Nadie debe ser empujado al final de la cola de las vacunas por el lugar donde vive o por lo que gana», explica el presidente de Sudáfrica y de la Unión Africana, Cyril Ramaphosa.

Ramaphosa es uno de los 140 líderes y expertos mundiales –como el presidente de Senegal, Macky Sall, y el presidente de Ghana, Nana Addo Dankwa Akufo-Addo– que han firmado una carta abierta en la que piden que se garantice que las vacunas, diagnósticos, pruebas y tratamientos de covid-19 se suministren de forma gratuita en todos los países, estén libres de patentes y se distribuyan equitativamente.

Las cifras del avance de la enfermedad en África, aunque continúan en aumento, aún distan mucho de los estragos que soportan muchos países de Europa o Estados Unidos, cuyo presidente tampoco es ajeno a lanzar ideas disparatadas o sin contraste científico. La mayor parte de los países africanos era consciente de la vulnerabilidad de sus sistemas sanitarios y de la catástrofe que amenazaba, por lo que reaccionaron rápidamente, lo que fue motivo de elogio internacional.

Impacto económico

Países como Ruanda, Sudáfrica, Botsuana o Kenia optaron por tomar medidas drásticas como toques de queda, cierres de fronteras o confinamientos generales cuando todavía tenían muy pocos contagios..

Desde comienzos de mayo, sin embargo, la propia Sudáfrica, Nigeria, Ghana, Senegal, Kenia, Uganda, la República Democrática del Congo o Yibuti han empezado ya a levantar algunas restricciones.

Ahora tratan de equilibrar la protección ante la pandemia con amortiguar su devastador impacto económico en millones de africanos que viven al día.

La Comisión Económica de las Naciones Unidas para África explica, por ejemplo, que un confinamiento total de un mes en África le costaría al continente el 2,5 % de su PIB anual.

A la vez, la OMS estima que entre 83.000 y 190.000 personas podrían morir por el covid-19 y hasta 44 millones podrían infectarse en África si fracasan las medidas de contención de la pandemia.