Iker BIZKARGUENAGA

GLOSARIO DE UNA PANDEMIA

Es habitual que cuando un asunto irrumpe con fuerza en nuestras vidas las palabras y expresiones que le acompañan empiecen a formar parte de nuestro vocabulario. Y teniendo en cuenta que de un tiempo a esta parte casi no hay más tema que el covid-19, es lógico que hayamos comenzado a utilizar con soltura términos que hace un trimestre apenas nos sonaban o ni siquiera conocíamos. En estas páginas hemos hecho un breve glosario de ellos; no están todos los que son, pero sí son todos los que están.

Coronavirus

Es la palabra del año, y quién sabe si del lustro o más. La primera vez que la mayoría la oímos venía precedida por el adjetivo «nuevo» o acompañada por una referencia locativa: Wuhan. Luego supimos que en realidad vivimos rodeados de este tipo de virus coronado, responsable de enfermedades respiratorias leves como el resfriado común, pero también de algunas de gravedad, como el MERS y el SARS. De hecho, el coronavirus tipo 2 del síndrome respiratorio agudo grave o SARS-CoV-2, que es el nombre que le han puesto al causante del covid-19, sucede en el tiempo al SARS-CoV, que apareció por primera vez en 2002, causando gran alarma. Aunque lamentablemente no la suficiente, pues su hermano menor, menos letal pero mucho más infeccioso, ha cogido a todo el mundo con el pie cambiado y sin defensas.

Asintomático

Como su propio nombre indica, las personas asintomáticas son aquellas que han sido infectadas por el virus pero que no han desarrollado síntomas de la enfermedad. Son probablemente las que mejor paradas han salido de esta primera oleada de la pandemia, pues sin mayor sufrimiento han generado anticuerpos que les pueden proteger frente a nuevas acometidas. Pero son también uno de los principales quebraderos de cabeza para quienes combaten al virus, ya que son posibles vectores de infección sin siquiera saberlo. Poder localizarlas y tenerlas controladas es uno de los retos a futuro.

EPI

Un EPI o equipo de protección individual es, según una definición de manual, cualquier dispositivo que vaya a llevar una persona con el objetivo de que la proteja contra uno o varios riesgos que pueden amenazar su salud y su seguridad, habitualmente en un entorno laboral. Pero es también uno de los principales símbolos de las carencias que han aflorado en esta crisis respecto a nuestro sistema sanitario. Muchos profesionales que han trabajado en primera línea en los centros de salud y hospitales vascos –también en muchos otros lugares– han denunciado la falta de material de protección, y las imágenes de médicas, enfermeros o celadoras reciclando prendas e incluso bolsas de plástico para protegerse van a ser de las más recordadas cuando volvamos la vista atrás.

Epidemiólogo

Probablemente, si se le pregunta a una niña o un niño qué quiere ser de mayor, a la inmensa mayoría ni se le pasará por la cabeza responder que quiere ser epidemiólogo –o virólogo, como alternativa–, pero en los últimos dos meses esta disciplina de la medicina que estudia la distribución, frecuencia y factores determinantes de las enfermedades existentes en poblaciones humanas, ha alcanzado cotas de popularidad insólitas. Hemos aprendido de memoria algunos de sus nombres, como si se tratara de figuras del deporte o la música, y hemos atendido a sus explicaciones, en algunos casos en entrevista en estas páginas, con interés de neófito.

Curva

Aplanar la curva. Ese objetivo, enunciado casi como un mantra, ha ocupado todos los esfuerzos sanitarios desde la declaración de la pandemia. Uno de los primeros en utilizar la expresión fue el doctor Tedros Adhanom Ghebreyesus, director general de la Organización Mundial de la Salud (OMS), que el 18 de marzo pidió a los países que hicieran lo que estuviera en su mano con el fin de «frenar la transmisión y aplanar la curva». Esa curva era la que mostraba el progreso de la enfermedad, el aumento de las infecciones, y doblegarla, sobre todo para evitar el colapso del sistema sanitario, ha sido un reto para todo el mundo, solventado con éxito dispar. Relacionada con este concepto, en las últimas semanas también hemos adoptado terminología típicamente montañera, como pico, meseta, dientes de sierra y desescalada.

Confinamiento

Confinamiento es un término estrechamente ligado a la pérdida de libertad que seguramente jamás pensaríamos que se iba a aplicar de forma generalizada a tantos millones de personas, en tantos lugares y al mismo tiempo. Sin embargo, eso es precisamente lo que ha ocurrido, pues el encierro ha sido el principal elemento en la estrategia de contención de un virus que es capaz de saltar de una persona a otra con una facilidad pasmosa. Confinados hemos estado desde mediados de marzo, de forma muy estricta al principio, y cada vez con mayores resquicios en las últimas semanas. Peor lo han llevado quienes no solo han estado confinados, sino también en cuarentena, una palabra en desuso que hemos recuperado a nuestro pesar. Hay gente que ha vivido un doble encierro, pues a la prohibición de salir de su domicilio le ha sumado la obligación de permanecer encerrada en una sola habitación, para no contagiar a quienes conviven con ella.

PCR

La PCR, siglas en inglés de “Reacción en Cadena de la Polimerasa”, es una prueba de diagnóstico que permite detectar un fragmento del material genético de un patógeno, y como ocurre con otras enfermedades infecciosas, en este caso se está utilizando para determinar si una persona está infectada o no con coronavirus. La PCR, que tiene una alta especificidad y sensibilidad, es una prueba que presenta un importante grado de complejidad, por lo que necesita personal entrenado y preparado para su realización, y a fuerza de leer informes hemos aprendido a diferenciarla de los test rápidos –serológicos–, capaces de detectar anticuerpos producidos frente al virus, y que nos dicen si una persona ha tenido –o tiene– la enfermedad.

Seroprevalencia

La seroprevalencia es la manifestación de una enfermedad o una afección dentro de una población definida en un momento dado, o dicho en otras palabras, el indicador del porcentaje poblacional que ha sido contagiado, en este caso por el SARS-CoV-2. Ha estado de actualidad a raíz de los sondeos realizados por distintos gobiernos para conocer el alcance real de la pandemia, pues siempre se ha sospechado que el número de infectados era mucho mayor que el oficial. Los resultados, sin embargo, han mostrado cifras bastante discretas, inferiores a las que se barajaba. Por ejemplo, en Hego Euskal Herria el porcentaje ronda el 5%, con Araba como herrialde más expuesto, pero superando apenas el 7%. Eso quiere decir que la gran mayoría todavía está expuesta al virus.

Inmunidad de rebaño

Más allá de un objetivo puramente estadístico o informativo, una de las cosas que pretenden medir los sondeos de seroprevalencia mencionados en el anterior punto es la posibilidad de alcanzar lo que se conoce como inmunidad de grupo, colectiva o de rebaño. Este concepto describe el tipo de inmunidad que se produce cuando al vacunar a una parte de la población se proporciona protección indirecta a los individuos no vacunados, algo que también sucede cuando hay un número alto de personas que son inmune por contagio previo. Los expertos cifran en un 60%-70% el porcentaje de afectados necesario en el conjunto de la ciudadanía para que esa modalidad de defensa grupal pueda ser efectiva, una cifra que está muy alejada de las existentes según han mostrado los sondeos.

MoMo

El Sistema de Monitorización de la Mortalidad diaria (MoMo) es otro de los indicadores que han entrado en nuestra rutina. Es un sistema que utiliza la información de mortalidad por todas las causas que se obtiene diariamente de los registros civiles informatizados, y está sirviendo para medir la distancia existente entre los fallecimientos que se han producido en los últimos meses y los que podrían esperarse, con todas las precauciones, en función de la media de otros años. En términos generales, las cifras que está dejando indican una mayor diferencia en la mortalidad que el número de víctimas oficiales por coronavirus, lo que hace sospechar que bastantes decesos causados por el covid-19 no se han detectado.

FFP2, KN95...

FFP1 (Filtering Face Piece), FFP2, FFP3, KN95... las personas que no estamos acostumbradas a trabajar con mascarillas desconocíamos que existieran tantos tipos de ellas, cada una con sus propias características y con diferentes capacidades para filtrar y proteger del virus, tanto a quien las porta como a las personas que le rodean. Ahora, sin embargo, prácticamente nos hemos vuelto expertos en este dispositivo –más que prenda– de protección facial, y si ya se había convertido en habitual ver a la gente enmascarada en nuestras calles, la decisión de hacerla obligatoria en espacios públicos por las personas mayores de seis años si no se puede garantizar la distancia de seguridad de dos metros va a hacer extraño que veamos rostros desnudos en bastante tiempo. De hecho, no solo nos hemos acostumbrado a llevar mascarilla, sino que pueden encontrarse de todos los colores y con todo tipo de serigrafías.

Número reproductivo

Otro concepto utilizado en el ámbito sanitario que ha saltado a la opinión pública general es el número reproductivo básico (R0), por el cual se estima la velocidad con que una enfermedad puede propagarse en una población. No les sonará nuevo a aquellas personas que han visto la película “Contagio” (2011), sobre una pandemia mundial causada por un nuevo virus –mucho más letal que el que nos ocupa, afortunadamente– pues en el filme se habla del factor R0, pero pocos podrían adivinar que menos de una década después andaríamos mirando su evolución todos los días. Y es que cuando el R0 está por debajo de 1 significa que la epidemia remite, mientras que si supera ese umbral significa que la enfermedad vuelve a estar en expansión. Durante esta crisis ha sido objeto de cierta polémica el indicador utilizado por el Gobierno de Lakua; por un lado, porque no coincide con el que ofrece el Instituto Carlos III, centro de referencia en el Estado, y por otro, porque hace unos días se eliminó la información desglosada por herrialdes para limitarse a aportar la de la CAV.

Trazabilidad

La trazabilidad entró pronto en la ecuación de las medidas a adoptar para hacer frente a la pandemia. El ejemplo de Corea del Sur, que a través de una aplicación de móvil había sido capaz de rastrear los contactos de la mayoría de los positivos detectados, condujo a las autoridades, también las vascas, a anunciar el diseño e implementación de mecanismos similares. Sin embargo, la idea no ha llegado a concretarse y a medida que la crisis se ha ido suavizando parece que lo anunciado ha quedado aparcado. Al menos de momento, un repunte importante en los próximos meses exigiría un sistema de detección y seguimiento de casos mucho mejor que el observado en esta primera oleada, cuando el virus se ha disparado sin control durante las primeras semanas, con un enorme coste, sobre todo en vidas humanas.

Además de estas, también han proliferado otras palabras y expresiones como, por ejemplo, paidofobia, militarización o policía de balcón, que habría que desterrar casi tan rápido como el virus que nos las ha traído.