Iker BIZKARGUENAGA
EL DOMINIO DE LAS PLATAFORMAS DIGITALES

TUS DATOS CIMENTAN EL IMPERIO DE LAS NUEVAS CORPORACIONES

Las plataformas digitales están sustituyendo a las grandes firmas energéticas, financieras e industriales en la cima del sistema económico, y acumulan un poder cada vez mayor gracias a una materia prima barata y casi inagotable: nuestros datos personales.

El poder de las corporaciones no es nuevo, pero es creciente, y su forma, cambiante. A día de hoy, 78 de las cien economías más grandes del mundo son grupos de sociedades y empresas, cuya influencia política y social es la mayor de la historia. Pero frente a modelos imperantes en décadas pasadas, el capitalismo contemporáneo se caracteriza por la acumulación de datos como capital. Los nuestros, para ser exactos.

El modo en que se valen de ellos y las implicaciones de su modo de actuar, no solo en la estructura económica sino en nuestras pautas de consumo, de ocio y en el desempeño laboral, se abordan en “La corporación inteligente”, un análisis de las investigadoras Anita Gurumurthy y Nandini Chami publicado por Transnational Institute (TNI) en un informe monográfico dedicado a esta figura empresarial, compleja en su configuración y casi carente de responsabilidades.

El modelo de plataforma

Gurumurthy y Chami, expertas en tecnologías de la información y la comunicación e integrantes del colectivo IT for Change, hacen un ejercicio de aproximación a la forma de funcionar de las grandes firmas digitales. Según explican, estas utilizan «el modelo de negocio de plataforma», basado en el aprovechamiento de la fuerza combinada de la conectividad a internet y de la información algorítmica, un sistema que conecta los diversos nodos –consumidores, anunciantes, prestadores de servicios, productores, proveedores e incluso los objetos– que comprenden todo su ecosistema, «recolectando constantemente datos y usando algoritmos para optimizar las interacciones entre ellos como medio para maximizar ganancias».

El modelo de plataforma surgió a principios de la década de 2000, cuando las firmas que ofrecían servicios de comunicación digital comenzaron a extraer datos de los usuarios de las redes sociales, una información valiosa que iba destinada a la publicidad dirigida. Posteriormente, el uso generalizado de internet y el hecho de que haya cada vez más transacciones económicas que se realizan online ha conducido a la globalización de este sistema y de su dinámica de información, basada en datos en constante expansión sobre las actividades de una base de usuarios que es igualmente creciente.

De esta forma, se estima que para 2025 más del 30% de la actividad económica mundial estará intervenida por compañías de plataformas, una muestra de la imparable «plataformización» de la economía real.

Es un fenómeno que se da además en todos los sectores, desde la agricultura hasta la fabricación predictiva, desde el comercio minorista al trabajo de cuidados remunerados; el modelo de plataforma es ahora un elemento esencial en el circuito económico.

Amazon, por ejemplo, no sólo vende productos, sino que es preponderante en el comercio minorista, hasta un punto que el estudio lo equipara a lo que era la electricidad para las fábricas a principios del siglo XX.

Gurumurthy y Chami señalan que el control de la información algorítmica basada en datos brinda a los propietarios de las plataformas una ventaja única: «poder dar forma a la naturaleza de las interacciones entre los nodos». En este sentido, apuntan que posibilita prácticas tales como «la segmentación e hiperfocalización de los consumidores», como las que lleva a cabo la compañía de Jeff Bezos a través de la manipulación de precios. O la «disciplina panóptica» que aplica Uber a sus conductores asociados, entre otros ejemplos de cómo estas plataformas controlan las transacciones económicas.

«La acumulación de datos que alimenta la optimización algorítmica permite una extracción de información intensificada, en un ciclo que se retroalimenta y que culmina en el control totalizador de la plataforma de ecosistemas económicos enteros», advierten las autoras del análisis publicado por el TNI.

Una «prima digital»

Explican también que la ventaja de la información proporcionada por los algoritmos puede definirse como una «prima digital», algo semejante a la «prima de innovación» de la que disfrutaban las empresas punteras e innovadoras en la era predigital.

Para adquirir o retener esa prima digital, las plataformas blindan los derechos de propiedad sobre los datos de sus clientes, y gracias a ellos pasan por encima de la competencia, en algunos casos logrando incluso la integración vertical y horizontal.

Así, siguiendo con el ejemplo de Amazon, Gurumurthy y Chami destacan que ya no es una librería online, que es como se presentó en sociedad, sino que a través de un conocimiento profundo de cómo funciona el mercado ha logrado una posición de liderazgo en la logística anticipada y en el análisis de negocios. «No sólo ha desplazado a las tradicionales estaciones de carga de contenedores en las ciudades portuarias, sino que ha comenzado a parecerse cada vez más a una empresa naviera», destacan a este respecto.

Otras corporaciones han seguido esa misma línea de actuación, de modo que en estos momentos grandes sectores de la actividad económica global están controlados por un puñado de monopolios de plataforma basados en la información algorítmica.

En este sentido, algunos estudios sugieren que en un par de décadas estos monopolios habrán superado a las tradicionales corporaciones petroleras, automotrices y financieras en capitalización de mercado. De hecho, hoy mismo los modelos de negocio basados en plataformas ya representan siete de las ocho principales compañías del mundo clasificadas por capitalización de mercado.

Por otra parte, el análisis explica que aunque como forma dominante de la organización económica la corporación siempre ha ejercido poder, no solo en el mercado, también en los ámbitos político y sociocultural, el surgimiento de esta nueva «corporación inteligente», que se define por el uso económico de los datos, ha producido cambios cualitativos en el ejercicio del poder corporativo, hasta el punto de pasar de «dominar el mercado» a «convertirse en el mercado».

Y es que, como apuntan las autoras, al integrarse en diversos sectores de mercado, estas compañías operan tanto gestionando una plataforma como promoviendo sus bienes y servicios, lo que las sitúa en competencia directa con las empresas que usan su infraestructura, creando un conflicto de intereses entre ambas partes. Por ejemplo, Amazon usa sus datos del mercado para consolidar sus marcas, lanzando productos de alta demanda a precios inferiores a los que son vendidos por sus competidores.

A fin de cuentas, a largo plazo este campo de juego solo tiene espacio para un ganador y estas plataformas disponen de medios para renunciar a ganancias inmediatas e invertir en la integración empresarial, a través de adquisiciones agresivas, y en el desarrollo sistemático de la gestión de datos. Mientras, sus competidores se quedarán en el camino.

Impacto en el mercado de trabajo

Este nuevo modelo corporativo, ajeno al de la industria o el del sector energético, también tiene impacto en el mercado laboral. Porque si en la economía capitalista la contradicción clave se plantea entre capital y trabajo, con el capital buscando constantemente liberarse de mano de obra a través de avances tecnológicos, e intentando cambiar el modo de producción para reducir costes laborales, en este nuevo modelo parece acercarse más que nunca a ese objetivo.

La «corporación inteligente», explican Gurumurthy y Chami, es capaz de lograr «una huella operativa mundial con pocos activos y una base de empleados minúscula». Así lo indican los números: según “The Economist”, en 1990 los tres grandes fabricantes de automóviles en Detroit acumularon ingresos por 250.000 millones de dólares, una capitalización de mercado de 36.000 millones y 1,2 millones de empleados. Por contra, en 2014, las tres principales empresas de Silicon Valley registraron ingresos de 247.000 millones y una capitalización de más de un billón, pero sólo 137.000 empleados; una décima parte que el modelo anterior. Hay una tendencia, que además va a golpear de forma especial a las mujeres, pues según el informe serán las primeras en perder el empleo en la transición, con un retroceso tanto en ganancias salariales como en estatus.

La afección en el mercado laboral no solo se mide en números; el nuevo sistema crea una competencia constante entre trabajadores, fragmentándolos y evitando que se organicen colectivamente o se sindicalicen en defensa de sus derechos. Además, las autoras del estudio prevén una mayor estratificación de la clase trabajadora, con un número limitado de empleos bien remunerados para personas con habilidades avanzadas en el desarrollo de tecnologías de datos e inteligencia artificial, mientras la mayoría de la fuerza laboral terminará en un trabajo de servicios personalizados y mal remunerado.

Gurumurthy y Chami concluyen que la extracción generalizada de datos por las empresas «ha transformado la interacción social en un factor de producción», un recurso «tan valioso como la tierra para la creación de bienes y servicios». Y añaden que la expropiación de datos obtenidos a través de nuestra interacción en la red «es comparable a la expropiación de recursos naturales de la producción capitalista en una época anterior». La cuestión es si los propietarios de esos recursos somos conscientes de que gracias a ellos, a nuestros datos, se está cimentando un nuevo imperio empresarial.