Xabier Makazaga
Investigador del Terrorismo de Estado
GAURKOA

Un caso único en el mundo

ETA anunció el cese definitivo de sus acciones armadas el 20 de octubre de 2011 y dos meses después, justo en el 38 aniversario del atentado de ETA que acabó con la vida de quien iba a ser el sucesor del dictador Franco, el almirante Carrero Blanco, el diario “El País” publicó un significativo artículo del jeltzale Joxan Rekondo en el que se mostró contrariado por la declaración que tres días antes habían hecho los firmantes del Acuerdo de Gernika.

Estos habían recordado la importancia de «reconocer y abordar el sufrimiento de todas las víctimas», y ante ello Rekondo remarcó la necesidad de «una lucha ideológica inaplazable e irrenunciable» destinada a «emplazar a los diferentes sujetos que han ejercido la violencia a que, junto con el reconocimiento del dolor de las víctimas, reconozcan la grave injusticia que han cometido sobre ellas».

Poco después, la lucha ideológica que anunció Rekondo se hizo realidad, pero no para «emplazar a los diferentes sujetos que han ejercido la violencia» sino tan solo a uno de ellos, a ETA, y por extensión a toda la izquierda abertzale a la que han exigido una y otra vez que reconozca que todo el daño causado por ETA fue injusto. También, el que causó durante el franquismo, incluido el atentado contra Carrero Blanco.

Ahora bien, es bien fácil de comprobar que, excepto en el caso vasco, es rarísimo que en los procesos de paz se exija a nadie reconocer que el daño causado a las víctimas fue injusto. Basta con servirse de Google para comprobar que, salvo en el caso vasco, la exigencia primordial nunca ha sido esa sino la de reconocer todo el daño causado.

Véase que la gran mayoría de las entradas que ofrece Google para «reconocer el daño injusto» están ligadas al contexto vasco, tanto si va sola como en compañía de la triada «Verdad, Justicia y Reparación». En cambio, si suprimimos el adjetivo injusto, la inmensa mayoría de las entradas que ofrece Google nada tienen que ver con el contexto vasco.

Por lo que respecta a los textos en inglés, también es rarísimo, salvo en el caso vasco, que se añada el adjetivo unjust/unfair al nombre damage/ harm/ violence en un contexto en el que se habla de «Truth, Justice and Reparation». Y cuando se hace, excepto en el caso vasco, casi nunca es para exigir a nadie que reconozca que dicho daño fue injusto ni nada parecido.

La conclusión salta a la vista. Poco después de que ETA anunciara el cese definitivo de sus acciones armadas, se lanzó una campaña, inédita a nivel mundial, que ha llegado hasta nuestros días y que consiste en exigir a la izquierda abertzale algo que no se contempla en absoluto como básico en las normas internacionales relativas a procesos de paz. Unas normas internacionales que se resumen en la famosa tríada de derechos para las víctimas, «Verdad, Justicia y Reparación», y que remarcan sobremanera la primera de ellas, la verdad, sin la cual es imposible que las víctimas reciban ni justicia ni reparación.

En efecto, lo primordial es que se reconozca todo el daño causado y se asuman todas las responsabilidades. Y es precisamente eso lo que hizo ETA, hasta su disolución, y la izquierda abertzale también ha asumido su responsabilidad al respecto. Sin embargo, quienes han practicado y encubierto el terrorismo de Estado, o han mirado a otro lado mientras se practicaba, se niegan en redondo a hacer otro tanto.

Sobre todo, en lo que concierne a la tortura que es «la expresión máxima del terrorismo de Estado», como afirmó con toda claridad un referente indiscutible del PP, PNV y PSOE en todo lo concerniente a las víctimas de ETA, Xabier Etxeberria, Catedrático Emérito de Ética de la Universidad de Deusto.

PSOE y PP ensalzan el discurso de Etxeberria sobre las víctimas de ETA, pero hacen oídos sordos a lo que dice respecto a las víctimas del Estado, y siguen basando toda su estrategia en la mentira y la negación de la existencia misma del conflicto político. Y tratando de mentirosas a miles de víctimas de la tortura, lo que constituye la peor de las injusticias que se pueda cometer con una víctima.

Por desgracia, esa prepotente postura negacionista de PP y PSOE está contando con el apoyo del PNV, que nada dice respecto a la obstinada negativa de ambos partidos a reconocer a esas miles de víctimas de la tortura y a todas las víctimas de la guerra sucia a las que deben sobre todo una verdad que, aunque salta a la vista, se niegan a reconocer. La evidencia de que ha sido siempre el Estado español el que ha organizado y financiado dicha guerra sucia.

¿Por qué están actuando así los dirigentes del PNV? Supongo que porque también ellos tienen trapos sucios que ocultar en lo que al terrorismo de Estado se refiere. Porque saben que la verdad también les va a salpicar a ellos. Porque tienen miedo a la verdad. Miedo a que sus responsabilidades también queden al descubierto.

De ahí su empeño en evitar que la lucha ideológica se centre en el terreno en que son mucho más débiles PP, PSOE y, al parecer, también el PNV, el del reconocimiento de todo el daño causado, pese a que sabe de sobra que esa, y no otra, ha sido siempre la exigencia primordial en todos los procesos de paz.

En todo caso, es innegable que, en cuanto ETA anunció el cese definitivo de sus acciones armadas, los dirigentes jeltzales, en lugar de interpelar a PP y PSOE respecto a esa exigencia primordial, pusieron en marcha una campaña, inédita a nivel mundial que consiste en exigir a la izquierda abertzale algo que no se contempla en absoluto como básico en las normas internacionales relativas a procesos de paz.

Por eso es tan necesario denunciar, alto y fuerte, que, siendo como es la verdad la que ocupa el lugar central en todos los procesos de paz, el objetivo de quienes hacen cuanto pueden para despojarla de dicha centralidad no puede ser, en ningún caso, construir un futuro en paz, sino obtener a toda costa réditos políticos.