Arantxa Ioldi, Begoña Castillo, Nerea Zabala, Itziar Lizarralde y Errose Erezuma
Egia, Justizia eta Oroitzapena
GAURKOA

En el cuarenta aniversario de la desaparición de Naparra

En una reciente entrevista publicada en el diario GARA, la escritora Marta Sanz afirma que lo íntimo esta indudablemente unido a lo ético y lo épico. Aunque ella se refiera a los perdedores de la Guerra Civil del 36, su reflexión puede muy bien extenderse a colectivos inmersos en otro tipo de conflictos o experiencias. Viene a decirnos que en estos casos lo personal es político, pero a veces es necesario que ese entrecruzamiento político-personal se ponga de manifiesto. Y ello requiere una actitud permanentemente militante. Para ella, la memoria de los vencidos en la Guerra Civil –pero también, en nuestra opinión, la de los represaliados por defender causas liberadoras– no debería ser abordada solo desde una esfera íntima y familiar, como simple víctima. Es bien conocido que esta aproximación victimaria produce entre personas de diferente ideología una cierta identificación o simpatía humanitaria que, por supuesto, tiene un valor. Sin embargo, –pensamos como la escritora– el tema de la memoria debe plantearse primordialmente, en unión evidente con la faceta humana mencionada, desde el plano de la política; esto es, politizando, por así decirlo, la memoria. Ello suele llevar a crear tensiones pero es la manera más justa y eficaz, en nuestro criterio, de avanzar en el proceso de verdad y justicia.

Este largo preámbulo viene a cuento para introducir el llamado caso Naparra; es decir, el proceso que va unido a la desaparición del militante y refugiado vasco Joxe Miel Etxeberria, desaparición que ayer jueves día 11 de junio cumplió su cuarenta aniversario. Caso de naturaleza política tanto en lo relativo a las causas de su muerte y desaparición como al proceso que ha venido asociado a la búsqueda de sus restos y al sostenimiento en el tiempo de su memoria. Por no hablar del carácter político de las consecuencias que pudieran derivarse de todo ello. Y hay que decir que los familiares han sabido ser fieles y transmitir a la sociedad esta dimensión política a lo largo de este largo periodo, sin obviar por supuesto en ningún momento la transmisión simultánea de ese dolor íntimo que les ha acompañado en su penoso vía crucis. No hay más que seguirlos en su trayectoria vital, tanto en sus palabras como en sus actos, para darse cuenta de cómo han conseguido vincular lo personal con lo colectivo (político), mostrando que ambos constituyen procesos entrelazados e indisolubles. La familia, interviniendo desde un presente siempre móvil, pero cambiante y discontinuo en sus fases, ha logrado aportar cada vez más luz al pasado, ayudando al mismo tiempo a construir un futuro más justo para todos los afectados por la violencia del Estado. 

Patxi, Celes y Eneko nos han mostrado cómo la intervención militante, la politización de la memoria, consigue el milagro de que despierten los dormidos, se incorporen a la lucha los escondidos, escépticos y desmoralizados y se añadan nuevas personas y colectivos comprometidos con la causa. Y de esa manera pueda continuar en el tiempo, con renovados métodos, la búsqueda no solo de un desaparecido, sino de esa justicia y libertad por la que Joxe Miel y tantos otros ofrecieron sus vidas. Porque no debemos olvidar nunca que los ideales de esa generación y de las que la siguieron fueron combatidos porque hablaban de revolución, independencia, socialismo y democracia popular. Con sus múltiples variantes ideológicas, políticas y organizativas pero con un núcleo común unificador, como nos lo recuerda Eneko: la búsqueda de la libertad de nuestro pueblo.

Han sido cuarenta años de insistencia con fases iniciales de angustia y búsqueda «in situ» del cadáver y posterior y prolongado silencio, en una situación de casi absoluta soledad por la ausencia de apoyos. Luego vendría una fase de recuperación moral, social y política gracias a la ayuda dispensada por determinados colectivos populares como Egia, Justizia eta Oroitzapena y el apoyo de sectores de la izquierda abertzale. Fueron años de un activismo militante donde se pusieron en marcha iniciativas jurídicas como la querella presentada por el abogado Iñigo Iruin ante la Audiencia Nacional o políticas como su presencia en la ponencia creada dentro de la comisión de Derechos Humanos del Parlamento de Gasteiz. Al mismo tiempo se fue generando un ambiente cada vez más amplio de solidaridad popular que desemboca en los reconocimientos institucionales, primero del Gobierno Vasco y más tarde del navarro. Una inyección de moral sacude a la familia con el reconocimiento internacional de su caso, vía Naciones Unidas, como desaparición forzosa que no prescribe. Contando con la ayuda de Egiari Zor. Y a partir de ahí se precipitan los acontecimientos: aparece un exmiembro del Cesid que hace las veces de «Garganta Profunda», se levanta el veto de la Audiencia Nacional a la antigua denuncia de Iruin, se procede a la búsqueda del cuerpo en las Landas con la participación del forense Paco Etxebarria y se solicita una nueva reapertura del procedimiento de búsqueda por parte de la Audiencia Nacional. 

Y ahí estamos, a la espera de que las autoridades francesas den el permiso de excavación en el lugar autorizado. La invitación de la ONU a Eneko para una nueva visita a Ginebra se puede interpretar como un toque de atención a los Estados francés y español para que prosigan las investigaciones y no se dilate el proceso en el tiempo. A pesar del coronavirus creemos que el tema se encuentra en condiciones políticas adecuadas para su relanzamiento, aunque no deberían cesar las presiones internas e internacionales sobre los gobiernos. Desgraciadamente, durante el interregno se nos fue Celes. Confiamos que desde ese lugar donde por fin descansas recibas las noticias que tanto has deseado. Sería el premio a una vida totalmente entregada a la verdad, la justicia y la memoria.