Txisko FERNÁNDEZ
DONOSTIA

La evolución de la epidemia se sumerge en un arriesgado desfase

Con más de siete millones y medio de contagios registrados por todo el planeta desde que comenzara a expandirse desde Wuhan en diciembre pasado y más de 424.000 fallecimientos ligados al nuevo coronavirus, la extensión de la pandemia es enorme.

Y todavía no se ve el final del túnel, ya que esta semana se están acumulando cada 24 horas unos 130.000 nuevos casos y más de 4.000 muertes.

Las crisis sanitarias, la falta de recursos médicos o el colapso de los hospitales eran habituales en amplias regiones del globo antes de esta epidemia, pero en esta ocasión han sacudido también a las «economías avanzadas». Y nunca se había conocido un confinamiento general de la población en tantos países al mismo tiempo.

En resumen, nadie se está librando de las graves repercusiones sociales y económicas. Pero hay que incidir en que esto «va por barrios» y que se percibe un evidente desfase: mientras unos pocos países están a punto de dar por superada la epidemia, otros no han alcanzado el pico más alto de contagios, y los más parecen dispuestos a entrar en la fase de «convivencia» con el SARS-CoV-2.

En este desajuste hay un factor incontestable: el virus llegó primero a unas zonas que a otras. A partir de ahí, buscar la explicación a por qué está afectando más gravemente en unos lugares que en otros resulta complejo. Eso sí, es irrefutable que las personas que viven en situaciones de pobreza en los densos suburbios urbanos de los países en vías de desarrollo están sufriendo más.

¿Cómo está Wuhan?

En estas páginas se pueden observar una docena de gráficos que reflejan distintas evoluciones desde mediados de enero hasta el pasado miércoles, 10 de junio. La curva indica la media de contagios registrados en los últimos siete días, mientras que las barras corresponden al número de casos diarios.

En China se halla el epicentro original de la pandemia. Con «solo» 83.000 casos y 4.600 decesos, logró aplanar la curva a principios de marzo y desde entonces la mantiene controlada. Estas cifras son tan bajas en proporción al conjunto de su población –cerca de 1.400 millones de personas– que en el gráfico hemos optado por indicar que son 0,6 contagios por cada 10.000 habitantes, más fácil de leer a simple vista que 0,006 por cada millón.

No obstante, conviene ajustar las cantidades a una escala territorial más pequeña. Así, la provincia de Hubei ha registrado 1.149 casos por millón y su capital, Wuhan, 4.232. Unos números que reflejan de forma más realista la dramática situación vivida en esta zona.

Casi erradicada

El país que lo ha hecho mejor hasta ahora es Nueva Zelanda, que no solo doblegó la curva a mediados de abril, sino que da por erradicado el covid-19 tras registrar 1.500 casos y 22 fallecidos. La estrategia del Gobierno de Jacinda Ardern, que apostó por la «eliminación» de los contagios, en lugar de la «mitigación», ha dado fruto.

Es más, aunque el país pasó el lunes al nivel de alerta 1, el más bajo, aún no permite la entrada de extranjeros. Ardern asume que Nueva Zelanda volverá a registrar casos de covid-19, pero está dispuesta a mantener «un esfuerzo sostenido» para frenarlo.

Solo Islandia presenta una evolución similar. Con una población de 350.000 habitantes, el país nórdico también controló enseguida sus fronteras y realizó masivas campañas de test.

Con mucho esfuerzo

En la mayoría de estados de Asia oriental y Europa la curva ha sido doblegada hace tiempo tras mucho esfuerzo, como podemos observar en Alemania, Euskal Herria y el Estado español. No obstante, el desfase también es elevado entre unos y otros.

Alemania ha sido alabada por su respuesta sanitaria a la epidemia, pero no hay que pasar por alto que no logró controlar su expansión más fácilmente que el Estado español, Italia o el Estado francés, de lo que da muestra que suma más de 185.000 casos. Su éxito ha residido en la menor letalidad: 8.851 fallecidos, frente a los 34.167 de Italia o los 27.136 del Estado español.

La curva de Hego Euskal Herria (no contamos con datos detallados de Lapurdi, Nafarroa Beherea y Zuberoa) coincide con las anteriores en su evolución, con el pico a finales de marzo y un suave descenso hasta aplanarse, aunque se han dado brotes locales en los últimos días.

Con la desescalada en marcha, todo apunta a que en estos países se ha optado por convivir con el coronavirus una vez que se da por hecho, desde las esferas políticas, que los sistemas sanitarios podrán controlar nuevas oleadas, y que estas serán menos bruscas y menos letales.

Sin control

Conviene no perder de vista a los que optaron desde el principio por una especie de «convivencia sin temor» a un virus hasta ahora desconocido, sin confinamiento y sin muchas de las medidas aplicadas por sus vecinos. En Europa, la curva de Suecia señala que ese no era el mejor camino, porque ya ha superado los 46.000 casos, con 4.800 muertes, y quizás esté alcanzado el pico esta semana. Cifras muy similares presenta Países Bajos.

Distintos por las formas y el fondo son los casos de EEUU y Brasil, donde las diatribas de Donald Trump y Jair Bolsonaro contra el consenso científico han encontrado muchos seguidores y han contribuido a que el coronavirus cabalgue a sus anchas.

Por eso, desde el ámbito sanitario de EEUU se subraya que, lejos de estar controlada, la epidemia está creciendo con fuerza en muchos estados del país. Y quizás la curva vuelva a ascender. «Es como si el país hubiera renunciado y aceptado la idea de que la enfermedad ya forma parte de la vida cotidiana», lamentaba Jeffrey Shaman, profesor de Ciencias de la Salud Ambiental de la Universidad de Columbia (Nueva York).