Raimundo Fitero
DE REOJO

Curas

Los curas en los hospitales están antes y después de las curas de urgencia, cuando la medicina se convierte en una certificación y los enfermos están esperando la llamada definitiva, entonces aparecen ellos, de negro, con una estola y dan la extremaunción. También intentan dar consuelo a los familiares en una de las acciones de proselitismo más agudas que se pueden conseguir con métodos ortodoxos. La duda es reglamentaria, ¿existe alguna ley que obligue a proveer de consuelo espiritual católico en los hospitales? O, dicho de otro modo, ¿cuántos curas están en nómina por centenar de camas en los grandes centros médicos públicos?

Es sabido que en la Comunidad de Madrid la sanidad es un negocio privado y, por lo visto ahora mismo, un banderín de enganche de la jerarquía eclesiástica. Con falta reconocida de personal de enfermería, con los MIR de huelga porque es donde menos cobran, con el desvío de miles de millones a las privadas, sin apenas rastreadores, va la obediente presidenta Ayuso y se gasta más de un millón de euros en contratar a curas para atender en sus hospitales. Según las cuentas hechas, sale a un cura por cada dos rastreadores y medio, lo que entra en el fanatismo absoluto, en la conversión de una pandemia sanitaria en una orgía tremendista religiosa. Un akelarre de señores de negro revoloteando en urgencias, plantas y unidades de cuidados intensivos esperando el desenlace o su preaviso, lo que, para los afectados laicos, musulmanes, protestantes, judíos, animistas o taurinos reciclados en tierraplanistas, este exceso de cuervos les tiene que colocar ante la más absoluta indefensión. Es la imagen de la parca, la apocalipsis en versión blanco y negro de madrileños por el mundo de lo absurdo.

Por cierto, en los hospitales vascos, ¿cuántos rastreadores tocan por cura?