Raimundo Fitero
DE REOJO

Preocuparse

A la hora de ponerse las cremas cada cual tiene sus preferencias, sus diagnósticos y sus preocupaciones. Lo mismo que a la hora de la rifa del lote de productos naturales de la comarca donde los más conspicuos pasan estos días que antes eran de manada vacacional y ahora parece una peregrinación hacía los hayedos de la infancia. El suegro de Urdangarin tiene unas preocupaciones reales, borbónicas, no sabe dónde mandar los maletines donde viajan los dólares dorados. Hay una prensa, incluso unos políticos en camiseta que están muy preocupados por la interpretación que de esta fuga coronada se puede hacer la ciudadanía tumbada al sol, de este silencio doloso que los herederos están construyendo con la complicidad de gobiernos, medios y servicios secretos en las cloacas, jardines y patios de atrás de muchas sedes de partidos.

Mientras tanto, el bicho sigue erosionando la vida, la convivencia, la democracia, ya que la incertidumbre, el miedo, lleva a tomar decisiones que empiezan a ser preocupantes. Madrid, con ese equipo de gobierno tan fullero, agota. Catalunya bulle entre proclamas políticas y desastres sanitarios fruto del mismo vicio que el madrileño, la privatización, las soluciones neoliberales desde hace décadas. Miro a la CAV y no sé dónde fijarme. Se anuncia la entrada en un caos en el que ya estamos, es decir, hay una disfunción obvia. Nafarroa anda balbuciendo y en Aragón se muestra el virus más cabezón.

Cada segundo cambia el mapa. Todo parece llegarnos en diferido. Pero de Zaragoza, de un barrio, Delicias, nos llegan rasgos autoritarios, porque está confiando, en el centro de la ciudad, y se utilizan, según reportajes, policías locales, nacionales, sanitarios y servicios sociales para ir casa por casa para comprobar que se cumplen las órdenes. Hay que preocuparse por estos tics tan excesivos.