Yuri Glushakov
Historiador y miembro del opositor Partido Verde de Bielorrusia
KOLABORAZIOA

¿Por qué la demanda de democracia «falla»?

Por qué no hay democracia en Bielorrusia? Los portavoces liberales dan una respuesta simple: es culpa de Lukashenka. Si cambiamos de presidente, cambiaremos de país. Y a vivir... De hecho, esa es una imagen especular de lo que la propaganda semioficial dice: la soberanía, la estabilidad y la «prosperidad» de Bielorrusia son fruto de la personalidad sobrenatural del gobernante supremo. Bueno, como el faraón en el Antiguo Egipto fue responsable de la inundación del Nilo y de la cosecha.

No debería ser necesario explicar a las personas formadas que el papel de la personalidad en la historia tiene un significado bastante limitado. Pero ahora tenemos que recordar esa banalidad. Vivimos en una época en la que el conocimiento científico ha sido reemplazado por la tecnología política que especula con la arcaización de la conciencia hasta la idolatría bárbara.

El régimen existente en Bielorrusia no es producto de la mala voluntad de una persona, sino un orden social de la clase dominante. Por eso ha existido durante 26 años y ha sobrevivido hasta ahora. ¿Y quién es esa «clase hegemónica»?

Casi todos nuestros jefes son pequeños autócratas. Pero los devotos marxistas dirán que la burocracia no existe como clase. Sin embargo, existe. Bielorrusia se rige por algo más que burocracia. No es la URSS. Pero por usar la terminología clásica, es una «burguesía burocrática». Casi todos los altos funcionarios están estrechamente vinculados a los intereses del capital, sea público o privado. Puede tener negocios reales, a través de intermediarios o directamente. Pueden cobrar dividendos de compañías gubernamentales, registrar su negocio a nombre de otra persona, o promocionar «startups» de sus parientes más cercanos. Techos [protección mafiosa], sobornos: se han inventado muchos esquemas en el espacio postsoviético.

Por supuesto, todas las grandes empresas bielorrusas y la mayoría de las medianas empresas están estrechamente vinculadas a funcionarios, así que ¿quién necesita un cambio de poder? Es por esta sencilla razón que los regímenes autoritarios han prevalecido en la mayor parte del espacio postsoviético. Donde existe democracia nominal, la clase dominante simplemente se ha dividido en varias facciones en competencia. Su ideología es aproximadamente la misma, la diferencia está principalmente en los intereses comerciales y en la orientación geopolítica.

Y no podía ser de otra manera. El capitalismo en nuestro país, a diferencia de Occidente, se desarrolló principalmente desde arriba. A menudo, por iniciativa del Estado. Como con Pedro I, por ejemplo. Y las reformas de mercado en la URSS comenzaron bajo la dirección del Comité Central (Gorbachov y compañía). De ahí el gran papel del aparato estatal hasta la actualidad.

Como tal, la empresa privada ciertamente quiere desafiar este monopolio. Con ayuda del capital global y de la asistencia exterior. Pero es débil: está atada a la burocracia que le dio a luz con un cordón umbilical demasiado grueso.

Es como si en Occidente los «chalecos amarillos» propusieran elegir no solo a los políticos, sino también a los dueños de las grandes corporaciones. O al menos, a sus gerentes. ¿Se imaginan lo dura que sería la respuesta? La verdadera élite gobernante en el «mundo del gran capital» no es elegida. Y la «elitilla» del capitalismo periférico demuestra aún menos propensión al cambio.

Esa es la razón de que haya una respuesta tan feroz a todas las demandas de la democracia que, por supuesto, es necesaria para la vieja intelectualidad y para los nuevos intelectuales digitales, especialistas, empleados, trabajadores y empresarios individuales.

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