Koldo Campos
Escritor
AZKEN PUNTUA

El monarca campechano

El problema, al margen de las excreciones que sigan apareciendo y salpicando la muy ilustre biografía del monarca en relación a millonarias comisiones, turbios negocios, tarjetas bancarias, cuentas en paraísos fiscales, fraudes a Hacienda, cortesanas compañías o matanzas de osos y elefantes, no es lo «campechano» que pueda llegar a ser el rey de España, porque si no tuviera una fraterna familia en su memoria y sí bajo su conciencia la muerte de un hermano; si no tuviera hijos reconocidos y sí demandas y bastardos; si no estuviera sujeto a la ley y sí fuera inviolable su figura; si no fuera un hombre sincero y sí un hipócrita; si no fuera una persona sensata e inteligente y sí un necio; si no fuera un hombre decente y sí un canalla; si no fuera un ser humano virtuoso y sí un putero; si no fuera una persona honrada y sí un vulgar chorizo; si no fuera un hombre laborioso y sí un zángano; si fuera un Saboya, un Austria, un Oldemburgo y no un Rey de Copas...

El problema es que, en cualquier caso, el monarca campechano seguiría siendo un rey y, en consecuencia, yo un vasallo, un súbdito del reino.

¡Y no queremos reyes, ni príncipes, ni infantas, ni nobles de cuna, ni cuentos de hadas, ni honores de sangre, ni tronos de mugre, ni heraldos reales, ni estirpes sagradas!

(Preso politikoak aske)