Iñaki Lekuona
Periodista
AZKEN PUNTUA

Estar bien

Estoy bien», anunciaba Macron en un video colgado en redes sociales para tranquilizar a quien la salud de la última personalidad contagiada por la pandemia le hubiera intranquilizado. «Tengo los mismos síntomas que ayer», detallaba, como si su tos o su fiebre le importara al ciudadano corriente. Sus otros síntomas, esos que ya íbamos conociendo desde que entrara en el Elíseo, la mentira, la ausencia de empatía, el egoísmo, el narcisismo, la grandilocuencia son los mismos que se adivinaban antes de que contrajera el Covid-19. Un «no hay razón para que esto evolucione mal» melodramático antes de añadir que es objeto de «vigilancia médica» y que dará cuenta de su situación «de una manera totalmente transparente». Como si la vigilancia médica a la que es sometido fuera la misma que recibe el ciudadano corriente. Como si la transparencia fuera un atributo reconocible de su presidencia. «Estoy bien». Pero el salario mínimo interprofesional va a incrementarse en un 0,99%, los servicios públicos retroceden drásticamente en sanidad, educación y prestaciones sociales, y la reforma de la jubilación que restringirá derechos y menguará las pensiones futuras sigue su curso como lo hará la liberticida ley de Seguridad Global. Si mañana dijera que Papa Noel existe, miles de ciudadanos le creerían. Pero esos no son de los corrientes, son de los que, como Macron, están bien.