Raimundo Fitero
DE REOJO

Las cepas

Escuchar la palabra cepa o su plural cepas y sentir en mi interior más compatible un cosquilleo que roza mis partes blandas y las eleva a la categoría de víscera esencial por su capacidad de degustar los fluidos de los frutos que durante unos meses acogen esas cepas para alimentarlos y darles certificación y denominación de origen y que tantas concomitancias tienen en nuestra coyuntura religiosa. Vale, lo anterior está escrito en estado de abstinencia absoluta, sin fiebre, ni síntoma alguno ni de estado depresivo ni proceso infeccioso reconocible. O sea, las uvas de cepas nobles o de las últimas generaciones, son las portadoras de mensajes bíblicos y de una felicidad circunstancial a los bebedores sensibles sociales.

Por eso amanecer escuchando que han descubierto una nueva cepa en la Inglaterra protestante se convierte en un choque cultural de primera vocación. Porque la cepa que han descubierto es una mutación de la COVID-19 que asegura el despeinado Johnson es un setenta por ciento más agresiva que lo que se conocía hasta este momento. Y ello le ha llevado al confinamiento total de Londres y otras poblaciones del sur. A pocos días del Brexit se pone al frente de las restricciones navideñas extremas.

Raphael, ese tamborilero de visita obligatoria, celebró este fin de semana dos conciertos en un local madrileño con la asistencia de cinco mil espectadores a cada uno de ellos. Todas las cepas y los ceporros del mundo celebraron asamblea en el local, un akelarre. Todo fue legal, con sus permisos y protocolos firmados por los funcionarios de Ayuso. Y ese es el problema más grave. Es un local grande y cerrado, se está en él más de dos horas y esa cantidad de personal es desorbitado, exagerado. El negocio lo necesitará, pero los estragos que puedan venir por esta imprudencia, los pagaremos a escote.