Raimundo Fitero
DE REOJO

Cupones

La vida con libretas y cupones se convirtió en una manera de solventar las crisis estructurales de las clases trabajadoras. Un señuelo, una manera primitiva de fidelizar a la clientela. Pagar en la caja del supermercado y recibir unos cupones que ibas colocando en una libreta o trozo de cartón que normalmente perdías y casi nunca lograbas cumplimentar lo requerido para el premio o la rebaja. Así se convirtió la zanahoria en cupones de autopegado, en el que te dejabas algunas reservas pituitarias en cada acción de pegado.

¿No es una política de cupones la que vivimos? Cupones virtuales, mentales, autoproducidos. Si cada semana vamos acumulando una nueva restricción podríamos considerar que nos tienen entretenidos en ir pegando fracasos, disgustos, frustraciones, desengaños, triturando proyectos, citas, agendas, el futuro que nunca se completa, porque quizás se deberían haber tomado las decisiones que hoy nos atribulan hace un mes o más. Cupones que no están regulados, sino que nadie sabe para qué sirven. Quizás deberíamos entender que todo está perdido, no por las actitudes delincuentes de algunos dirigentes políticos, sino por la degeneración a primera vista de Fernando Simón, que tuvo la irresponsable decisión de decir hace apenas una semana que la variante británica iba a ser marginal y después tener que asumir que el porcentaje de los infectados bajo la misma va a ser grande, pasando ya del veinticinco por ciento. ¿Cómo no lo dimiten de una puñetera vez?

Por cierto, dimitir es dejar un cargo porque se está en contra de lo que se le manda hacer. Si la cagas, si te pasas en la cola de vacunación por muchas estrellas y chorreras que lleves en la guerrera militar, te deben dimitir. Te deben cesar sin tapujos. Así vamos, acumulando cupones de la libreta de la confusión.