Raimundo Fitero
DE REOJO

Variantes

En el oasis vasco, cuando se escucha la palabra variante, empieza a sentirse como salivan todos los interesados en construirla o pavimentarla. Las variantes de las carreteras de cada población significan una millonada en cemento, grava, desplazamientos de tierras y eso, quieras o no, deja un reguero de porcentaje comisionista que ayuda a que funcionen todas las maquinarias electorales. Es una de esas normalidades que producen estragos democráticos.

Tengo el síndrome; ahora mismo se escucha variante con una asiduidad que acaba por volverme un melancólico del polvo de cemento como complemento directo para mi subsistencia. Pero lo siento, chicos, ahora las variantes son conglomerados de siglas, nomenclaturas y disposiciones para ir señalando la influencia de las mutaciones sufridas por la covid a las que se les adjudica apellidos con gentilicios que pueden llevar a la confusión. La británica, esa que el genio Simón dice ahora que será la predominante en los próximos meses, de la que se sabe que contagia mucho y rápidamente, pero todavía no se le adjudica mayor capacidad letal. Todo se andará. Estamos en su descubrimiento y la investigación está congelada por la sorpresa y toca tentarse las ropas antes de decir todo lo que se pueda ir sabiendo.

Y añaden dos variantes más a las que llaman sudafricana y brasileña que empiezan a tener incidencia amplia en diversos países y continentes y que se tiene constancia de estar ya en los caudales sanguíneos de muchos afectados con los que nos podemos cruzar en el transporte público. ¿Las vacunas atenderán a estas variantes de la misma manera que a su original? Vivimos en una alerta que nos deja sin recursos para entender una media parte de esta media mentira que no sabremos cuándo será media verdad. Variantes de la desinformación.