Raimundo Fitero
DE REOJO

Contratantes

Las vacunas nos vuelven a recordar que estamos en un mundo de mierda, que los políticos no defienden a sus representados y que todo se puede resumir buscando una pequeña diferencia, ser accionista o el bedel de una multinacional. Ese conglomerado de siglas y departamentos rotulados en tres idiomas que se alimentan de unos presupuestos desorbitados, donde habitan funcionarios de escalafón que viven como exilados zaristas a principios del siglo veinte, que arropan, asesoran, redactan papeles y asisten a los diputados europeos de todos esos países que suman más de cuatrocientos millones de habitantes, está dando muestras sobradas de inutilidad o de corrupción políglota y ecuménica. Da lo mismo si son ortodoxos, protestantes o católicos, el culto al capitalismo más salvaje y los grupos de presión más entrenados en los métodos de actuación de las escuelas de Sicilia o Chicago, son los que mandan, los que hacen que todas las comisiones funcionen siempre orientados hacia los mismos intereses y que esa clase política que es mandada a Bruselas, Estrasburgo o Luxemburgo por los partidos hegemónicos de sus países, se acomoda a la primera a comer mejillones historiados y a recibir a los agentes de ventas de las industrias antes de decidir.

La parte contratante de la parte contratante no puede enseñar el contrato por el que contratan un número de dosis a precio predeterminado con farmacéuticas a las que se les ha inyectado dinero para investigar y para producir las vacunas que ahora las ponen en el mercado buscando al mejor postor, dejando desbastecida a la población. Los contratantes europeos son unos sinvergüenzas que practican el oscurantismo, sin trasparencia ninguna y se dejan chantajear por las farmacéuticas de manera descarada. Son las Comisiones. La sobreactuación actual es muy sospechosa.