Amparo Lasheras
Periodista
AZKEN PUNTUA

No solo es la pandemia

Los desahucios suben a toda prisa mientras los alquileres se disparan. El cierre de fábricas y empresas aumenta y los despidos también. La desigualdad se agudiza y supera con mucho los datos de 2011. La pobreza energética es ya una noticia habitual y las «colas del hambre», aunque el oasis vasco las silencie, la verdad es que existen. La sanidad pública se resquebraja y las instituciones hablan ya de «tiempos duros y difíciles». Y, lo más triste, solo en la CAV más de 92.000 menores (26,7%) se encuentran en riesgo de pobreza severa. Dicen que todo esto se debe a la pandemia, al estado de alarma que mañana cumplirá un año, pero lo cierto es que la crisis que se desencadenó en el 2008 y a la que se llamó sistémica, nunca se fue. Se quedó en las políticas de recortes, en la desigualdad y en el descaro canalla con que los bancos y las grandes empresas veían aumentar sus beneficios cada año, mientras ingresaban en el erario unos impuestos ridículos, fruto de una fiscalidad que más bien parece una broma de mal gusto a la clase trabajadora. La mayoría no supera el 10%, algunos como Kutxabank o Irizar no llegan al 5% y Petronor, Bridgestone o Tubacex, directamente, no pagan impuestos. Indignante. La pandemia solo ha fortalecido lo que ya existía, un desastre social provocado por la voluntad política de un sistema insolente llamado capitalismo vasco.