Iñaki Lekuona
Profesor
AZKEN PUNTUA

Factura

El principal proveedor de agua del mundo es Suez, una empresa francesa que también opera en el sector del saneamiento y de los desechos, y que tiene su origen en la sociedad fundada a mediados del siglo XIX para financiar la construcción y los beneficios del canal ideado por Lesseps sobre la base de antiguos proyectos faraónicos que conectaban el mar Rojo con el Mediterráneo. Por ello, esta obra de ingeniería que abrió una enorme esclusa a la mundialización se entiende en Francia como propia. Y por ello incomoda, casi indigna, que el paso esté trabado y que la actual economía capitalista se haya atragantado con una simple espina, aunque sea del tamaño de una torre Eiffel recostada y varada a orillas del desierto. Toda una metáfora de un sistema que está enfermo y que empuja a buena parte de la población mundial al ahogamiento mucho antes de que un virus exótico infectara sus pulmones económicos. Y ahora que cientos, quién sabe si miles, de buques repletos de objetos de consumo se agolpan en la tráquea del capital, ese mismo capital agita ante nuestros ojos la amenaza de millones de dólares de pérdidas, como si este sistema no estuviera ya desde hace décadas perdido, abierto en canal y haciendo aguas en lo social. De esta inmundicia no hay quien se ocupe, ni siquiera Suez, gigante de la basura. Y eso que, como siempre, al final seremos nosotros quienes paguemos la factura.