Koldo LANDALUZE
CRÍTICA «El olvido que seremos»

Cuando se peca de exceso de respeto

Reconocido por su empeño en aplicar los beneficios de la salud pública en los entornos más desfavorecidos de Colombia, Héctor Abad Gómez fue colocado en el centro de la diana por los grupos paramilitares afines al Ejército tras señalar, desde sus columnas de prensa, los asesinatos selectivos que se estaban cometiendo contra militantes de izquierda.

En aquel volcán en plena erupción violenta que fue el Medellín de los setenta, la figura del médico Abad Gómez adquirió gran relevancia tras ser asesinado a balazos por sicarios enrolados en las operaciones paramilitares de la ciudad de Medellín. Su vida y obra fue trasladada a negro sobre blanco por su propio hijo, Héctor Abad Faciolince, un original literario que ha sido plasmado en la gran pantalla por un Fernando Trueba que vuelve a evidenciar su errático rumbo creativo.

La base dramática daba para mucho pero Trueba, en su intento por rodar una radiografía íntima y muy familiar del protagonista, se ha limitado a explorar la superficie de una geografía humana mucho más intensa de lo que queda reflejado.

Todo en “El olvido que seremos” se revela demasiado bonito, entrañable y vitalista. La interpretación que realiza Javier Cámara incide en las bondades de un personaje que en su plasmación ficticia requería de mayores pulsaciones. La labor de Cámara está dictada por una película muy academicista y que en su obsesivo empeño por recordar al espectador «cómo es posible que vayan a asesinar a una persona como esta», resulta tan acartonada como afectada. Para colmo de males, la banda sonora compuesta por Zbigniew Preisner se encarga de subrayar este estado constante de engolamiento y una sucesión de planos secuencia que nunca conducen a nada.