Mikel INSAUSTI
CRÍTICA «El poeta y el espía»

Decadentismo entre viscontiano y sorrentiniano

No esperaba menos del alumno aventajado de Paolo Sorrentino, otro napolitano en el que el maestro confió para que dirigiera el making of de “La grande bellezza” (2013). Gianluca Jodice se atreve en su ópera prima con una figura histórica tan controvertida como la de Gabriele D’Annunzio, que es a Italia lo que Mishima era a Japón. Por eso el debutante Gianluca Jodice respeta su ambivalencia, sin caer en la tentación de emitir juicios ideológicos sobre sus tendencias fascistas. Y lo que sí plasma con sus cinco sentidos es su influencia como máximo representante del decadentismo artístico, mediante una estética que se mueve entre su filiación sorrentiniana y la elegancia viscontiana, pues no hay que olvidar que el gran Luchino se despidió del cine adaptando una novela de D’Annunzio en “L’innocente” (1976).

A la lograda decadencia ambiental contribuye en sobremanera el escenario real de su localización en La Vittoriale, la ciudad monumental que El Vate construyó junto con el arquitecto Giancarlo Maroni en Gardone Riviera (Brescia) a orillas del lago Garda, como homenaje a la Gran Guerra, en la que fue piloto aviador y el héroe que sobrevoló Viena. También el que se trata de su etapa postrera, ya anciano y vegetando rodeado de las mujeres de su vida. Un periodo marcado por sus declaraciones altisonantes, las cuales eran temidas por Mussolini, que veía en ellas un peligro para su alianza con la Alemania nazi.

Receloso, El Duce, más exactamente su segundo Achille Strace, ordena espiar a El Vate, misión para la que es elegido un ascendente Giovanni Comini, el más joven en ocupar el cargo de Federale dentro del partido en el poder. Pero el chico, interpretado por Francesco Patanè, no tarda en caer rendido ante la oratoria de su anfitrión, bajo la sugestiva caracterización de Sergio Castellitto. La palabra no pierde su poder, aunque aparezca envuelta en imágenes caducas.