Raimundo Fitero
DE REOJO

A dedo

Se supera en ignorancia, en insignificancia, en forjarse una magnífica coraza de perdedor empedernido, de hombre deshabitado que se ve obligado por las circunstancias a hablar delante de las cámaras de televisión y los micrófonos radiofónicos sin saber lo que dice, y no es capaz de hilvanar con coherencia los insultos que sus consejeros (¿o quizás son ellos, junto a sus cuñados, los que le turban y le colocan al borde del abismo y le provocan esos evidentes síntomas de idiocia profunda?), y la penúltima es que acusa a Sánchez de nombrar a sus ministras y ministros «a dedo». Hay que ser muy tonto para colocar eso como un insulto, como un defecto, como un argumento político para criticar una remodelación de las personas que se encargan de los ministerios y que, al menos eso parece, revela una decisión de carácter político y partidista bastante relevante en este movimiento táctico del presidente del gobierno de coalición que parece ser un relevo para llegar con algo de frescura al final de la legislatura de aquí a dos años, más o menos. 

Según la no teoría de Casado y su grupo de apoyo y guía en lo espiritual y lo aceitunero, los ministros se deberían seleccionar en una ETT de algún grupo de inversión de su órbita, en el bingo, a los que primero canten línea y la vicepresidencia al bingo; por sorteo o como hacen ellos, dependiendo de las donaciones de dinero fraudulento que aporten a las arcas del partido-banda. Su inconsistencia política da grima. Asusta. Crece imparable. IDA es una estadista a su lado. Su amigo del alma, Santi, el pistolero de Amurrio parece un licenciado en Ciencias Políticas de alguna universidad del Opus a su lado. Y ahora con Rivera asesorando y enredando, Arrimadas proclamando la transparencia de los cuerpos celestes, su barba está tan remojada que se le caerá por la fuerza de la gravedad. A dedo.