Jon PAGOLA
IRUÑEA
Entrevista
NIñO DE ELCHE
ARTISTA

«En el flamenco se da lo peor y lo mejor de cada casa»

Niño de Elche levanta pasiones y disgustos a partes iguales. El flamenco moderno no se podría entender sin este artista escurridizo que este sábado encenderá el Flamenco On Fire de Iruñea con dos conciertos.

Cuando se le pregunta por la versión del Niño de Elche con la que nos encontraremos en la doble cita de hoy en el festival Flamenco On Fire (a las 12 horas junto a Raúl Cantizano en el balcón del ayuntamiento; a las 19.30 horas, en el escenario Ciudadela, tras el concierto de Frank Maza), da un quiebro de los suyos y sentencia: «La última».

Nacido en Elche en 1985, Francisco Contreras Molina está de vuelta de todo. Tras definirse como exflamenco y haber roto unos cuantos moldes, no solo en el universo flamenco, deja huella allá por donde va. Bien por sus colaboraciones con lo más granado del indie y rock estatal (Toundra, Los Planetas), bien para sacar de quicio a los oídos más conservadores, o con declaraciones muchas veces provocadoras, siempre jugosas, sobre arte, política y la vida en general. Niño de Elche, ante todo, es experto en despistar al personal: su reciente “Memorial de Cante en Mis Bodas de Plata con el Flamenco” no puede ser más solemne y sobrio, flamenco sin adulterar.

Lo primero que viene en Google al teclear su nombre, además de la inevitable entrada en Wikipedia, es un titular del periódico «El País»: «Niño de Elche, el artista al que más temen los flamencos». ¿De verdad ha notado ese resquemor ante la vieja guardia flamenca?

Es cierto el resquemor del que habla esa entrada, pero no solamente ante la supuesta vieja guardia flamenca –si es que existiera– sino también de la nueva guardia flamenca, si ésta existiera. En el flamenco se puede dar lo peor y lo mejor de cada casa –es lo que lo hace fascinante–, pero en cuestiones estéticas e ideológicas los unos y los otros, repito, si es que existiera tal separación, no sería tanta como se hace ver o se cree. Mis propuestas artísticas han unido más que dividido a las personas “flamencas”. ¿Por qué? Porque el odio une más que el amor. El recelo a lo extraño o a lo desconocido nace de almas conservadoras y en el flamenco, si rascas un poco, es difícil encontrar a un cuerpo a salvo de ese mal. A los hechos me remito.

¿Con el flamenco no se acaba dando demasiadas vueltas sobre sí mismo tanto para hablar de su pureza como de lo bastardo que puede llegar a ser? ¿No es un debate estéril, abocado al fracaso?

Cuando hablamos de flamenco desde las diferencias estéticas o estilísticas realmente no estamos hablando de nada. Dichos debates suponen pequeñas tertulias de barra de bar que a muy pocos interesa. Por eso hablar de su pureza, sus cuestiones raciales o identitarias son debates para personas pobres de espíritu.

Un crítico dijo en el periódico «ABC» que «jamás» había visto un concierto «peor» que el suyo en las veinte ediciones de la Bienal de Flamenco de Sevilla. Lo definió como «un tongo del cante». No sé si algo así le hunde en la miseria o le motiva como el jugador que se viene arriba en el estadio donde más le odian.

Esas críticas ya estaban escritas hacía tiempo. Por eso no cabe ni indignación ni sorpresa por mi parte. Ni me motivan ni me hunden, son inocuas ya que la crítica flamenca no tiene ningún valor, venga de quién venga. Esa que apuntas es una más entre tantas.

Siempre se dice que el flamenco está en crisis, le pasa un poco como al rock and roll.

El flamenco está en peligro cuando éste se hace con conciencia crítica y siendo consciente de su núcleo experimental y poco convencional. Cuando se convierte en un arte inteligente e insurrecto es cuando está en peligro ante los políticos, las peñas flamencas, las casas discográficas o los festivales flamencos. Si entendemos que estar en crisis es no cumplir con las expectativas de una tradición o un canon, te diría que siempre lo estará porque es un arte que no tiene una tradición ni un canon establecido por mucho que se empeñen en ello. Estar en crisis parece ser que es su estado natural.

Enrique Morente dijo en 1973 que «tenía que haber sido rockero». ¿Alguna vez ha pensado algo parecido? En sus proyectos paralelos, da la sensación de que su propuesta heterodoxa suma y juega a su favor, como si el rock tolerase ciertos «excesos» que para el flamenco aún son tabúes.

No he pensado nunca lo que tenía que haber sido sino lo que no quería ser, de ahí mi espíritu huidizo y experimentador. No me quito una etiqueta para colocarme otra. Por suerte o desgracia, a mi corta experiencia ya puedo hablar con argumentos sobre las visiones conservadoras del flamenco, el rock, la música contemporánea o el jazz y he de decirte que no están tan lejos unas de otras. La cuestión no es la disciplina artística desde la que se hace la crítica sino la mirada sociológica, estética y política. La disciplina que se elige muchas veces es una excusa que se utiliza como canal de expresión.

En su caso transita de una disciplina a otra, con mucha facilidad y naturalidad. Últimamente ha inaugurado dos instalaciones artísticas; una en Tabakalera, la otra en el museo Reina Sofía. ¿Siempre ha sido así o es que ha sentido la necesidad de experimentar con otros formatos más allá de la música popular?

Cada vez entiendo menos las diferenciaciones que se hacen de disciplinas o músicas. Ese no entendimiento creo que me otorga una liberación a la hora de mis formas de hacer que me beneficia para mezclar y complejizar más mi discurso artístico.

Su canción más oída, de largo, en Spotify no es suya sino la coral «Tú me dejaste de querer», de C. Tangana. ¿Llevar trazas flamencas al pop más mainstream, como también ocurre en el caso de Rosalía, es una OPA hostil o un movimiento inteligente y vanguardista?

En mi caso, es un gesto artístico a partir de una invitación de un amigo.

¿Cómo surgió la idea de reunir a la bertsolari Maialen Lujanbio y al músico Beñat Achiary en esa especie de cumbia llamada «Colombia Vasca»? El experimento puede sonar muy exótico, pero funciona bastante bien.

La idea venía precedida de aquellos barcos mercantiles que salían y entraban en el puerto de Bilbao cargados de cacao a América. A partir de ahí le pedí a Maialen Lujanbio que si le apetecía hacer una canción basada en esas historias donde el contrabando, el amor, las drogas y lo fronterizo se entrecruzan. Aceptó de tan buena manera que es de los temas que más me gustan de mi disco “Colombiana”. Sobre la colaboración de Beñat Achiary, debo decir que sus voces han supuesto el mayor viaje que he experimentado en mi vida. Es uno de mis grandes referentes.

¿Hay algún tipo de afición no elevada que le guste especialmente? El fútbol, los huevos con chistorra, sacar a pasear al perro…

Me gusta mucho leer, la gastronomía, el sexo rápido, las drogas con amigos, pasear o ir a un spa.