José María Pérez Bustero
KOLABORAZIOA

Dando cobijo a la diversidad

En el mes de setiembre, los centros escolares de enseñanza primaria se pueblan de niños y niñas de entre seis y doce años. Y el profesorado se da pronto cuenta que presentan una gran diversidad. Unos se muestran atentos; otros sienten pereza ante sus quehaceres; alguno muestra incluso cierta fobia.

Ante esa diversidad, los enseñantes toman como recurso básico adaptarse a cada alumno. De esa forma, sin prisa ni pausa, llevan a sus alumnos de primaria a aprender a leer, sumar, restar, multiplicar, dividir; les añaden paralelamente datos sobre animales (palomas, hormigas, elefantes...); les hacen asomarse a la historia, sobre antiguos pueblos, como Egipto o Persia; los llevan a campos de geografía; les hablan de las diversas partes del cuerpo humano.

A esa actividad añaden la del juego. Dentro del aula o saliendo al patio donde la ocupación es correr, perseguirse, dar saltos en sitios marcados para ello. De esa forma, junto al aprendizaje, crean nuevas relaciones de amistad y de apego, y logran que los alumnos y alumnas encuentren en el centro un cobijo que los enhebra.

Otro recurso es animar a las familias a colaborar desde casa, ya que la escuela no es un recinto cerrado, ni reducido a sí mismo. Siempre teniendo en cuenta que explicar es mucho más efectivo que imponer.

Esa múltiple actuación y adaptación a la diversidad supone un modelo para personas muy lejanas a la escuela. Para los políticos. Su actividad básica debe ser observar la diversidad de las personas y zonas. Si extienden la mirada, por ejemplo, a las tierras vasconavarras, se darán cuenta que están compuestas por llanos, montañas, valles. Y que de ello derivan diferentes ocupaciones en la vida cotidiana. Unos trabajan en la agricultura, y en la cría de animales; otros en la industria, en la relación comercial, en la limpieza de casas, calles, plazas, aceras; otros se ganan la vida en el mar.

Digerir esa pluralidad llevará a los políticos a tirar por la ventana el egocentrismo. Nada de «yo quiero más independencia que tú», «yo estoy más cerca de los obreros», «yo me preocupo de la andadura de los barrios», «yo miro la península entera». Su gran tarea será lograr que esta tierra ejerza como albergue y cobijo de todos los que viven en ella. Incluyendo a los llegados últimamente de diversas artes del mundo. Esas personas no vienen a colonizar, desvalijar, robar como hicieron los europeos en sus tierras. Vienen a trabajar y asentarse. Así que se les debe expresas que el suelo que pisan es también suyo.

Por su parte, el gobierno central no debe digerir y retener la unidad impuesta por los Reyes Católicos, por los reyes Austrias, por los Borbones, por los liberales, por el franquismo. ¿Que ya reparte unas dosis de administración a las zonas, basada en la Constitución Española de 1978, que asumía lo que llaman autonomías? Pero sigue manteniendo el núcleo del poder legislativo, judicial y penal. ¿Esa actitud tiene alguna solución? Pues sí. Que ese gobierno descomponga la herencia de gobiernos anteriores, que digiera la diversidad de la gente y de las zonas, que pase a funcionar como simple coordinador. ¿Alguna medida urgente al respecto? Romper el sistema penal, haciendo que las cárceles sean simples instituciones de reinserción. Y que los presos políticos vascos vuelvan a casa, y echen a vivir con su vecindad, que los quiere y necesita.