Víctor ESQUIROL
SECCIÓN OFICIAL

JESSICA CHASTAIN CLAUSURA UNA COMPETICIÓN ESPECTACULAR

CON «THE EYES OF TAMMY FAYE», DE MICHAEL SHOWALTER (Y CON UNA JESSICA CHASTAIN ESTELAR) ECHA EL CIERRE LA COMPETICIÓN DE UNA 69ª EDICIÓN DE ZINEMALDIA EN LA QUE, INCLUSO LAS –POCAS– PELÍCULAS QUE NO HAN ACABADO DE FUNCIONAR, NOS HAN DEJADO MOMENTOS Y GESTOS MEMORABLES. DIFÍCIL CERRAR CON MEJOR SABOR DE BOCA.

Llegó, por fin, el momento de empezar a echar el cierre. Como sucede en todos los demás grandes festivales, tendremos que esperar al palmarés para despediros definitivamente de una experiencia cinematográfica que, por suerte, ha estado por encima de cualquier premio que pueda otorgarse. Ya habrá tiempo para entrar en predicciones y valoraciones, pero ahora mismo, y con todo el cine “vendido”, la 69ª edición de Zinemaldia empieza a despedirnos con la mejor expresión facial. La que nos recuerda que, con una colección de películas tan estimables en el saco, los galardones van a ser lo de menos.

Para muestra de ello, el filme con el que despedimos este brillante Concurso. Se trata de “The Eyes of Tammy Faye”, una propuesta que cabría situar en la parte media-baja de la tabla de este Zinemaldia, pero que para no desentonar con el resto de películas seleccionadas, se ha esmerado en poner sobre la mesa argumentos suficientes como por lo menos ser tenida en consideración. Para no ser fácilmente olvidada, vaya.

El nuevo trabajo del director Michael Showalter –uno de los nombres llamados a marcar tendencia en la escena de la nueva comedia indie estadounidense– es una especie de gran circo dedicado a otro gran circo. Se trata de un biopic sobre la mujer del título, quien fuera una auténtica celebridad en el submundo del tele-evangelismo. Repasando la vida, obra y milagros de esta predicadora, cantante de rock cristiano y presentadora de televisión, la película se empapa de las vibraciones freaks de una realidad empeñada en comportarse como una grotesca irrealidad.

Ahí está la –irreconocible– cara de Jessica Chastain para dar fe de ello. Y el maquillaje de viejo de Andrew Garfield, y la voz grave de Vincent D’Onofrio... “The Eyes of Tammy Faye” es un desfile de fenómenos de feria ambulante. Es la increíble reproducción de los hechos que llevaron a una pareja de “bichos raros” a erigirse en propietarios de un imperio mediático que convirtió a las Sagradas Escrituras en una arma imbatible para conquistar el share televisivo.

Con todo esto, a Michael Showalter le sobran argumentos para caricaturizar esos Estados Unidos que tan fácilmente se prestan a la caricatura. En esto se traduce la película: en una divertida ridiculización de los valores cristianos y conservadores incrustados en el alma del país más poderoso del mundo. La película cumple en sus funciones de parodia social, pero sobre todo destaca como vehículo de lucimientos para una Jessica Chastain –estrella del show, irreconocible bajo las capas de maquillaje que pide su caracterización– que no desperdicia la ocasión.

Cantando alabanzas al Señor, perdiendo los estribos en un matrimonio que se descubre como eterna fuente de toxicidades, volcando todo su amor en los seres desvalidos... su aproximación al histrionismo divino de Tammy Faye es uno de esos tours de force actorales que sin duda justifica una película entera, y que de paso sitúa a la intérprete californiana en la rampa de despegue de una temporada de premios –ahí está la posibilidad de una Concha de Plata, de un Globo de Oro o, por qué no, de un Óscar– que ahora mismo le sonríe.

 

¿Cómo quedará el palmarés?

Hablando de estatuillas, ya solo queda teorizar con cómo puede terminar este Zinemaldia. Para tratar de averiguar cómo va a quedar el palmarés, cabe rememorar todos los títulos que han ido desembarcando estos últimos días en Donostia, claro, pero también tenemos que tener en cuenta a los miembros del jurado. Elemental. El de este año, compuesto por una mayoría absolutísima de mujeres, está presidido por la última reina coronada en este mismo festival. La cineasta georgiana Dea Kulumbegashvili –principal responsable de “Beginning”, aquel fenómeno que hizo un casi-pleno histórico de galardones en el Kursaal– deberá poner orden entre las opiniones de sus compañeras, entre las que encontramos a otras dos directoras, la chilena Maite Alberdi y la franco-libanesa Audrey Diwan (flamante vencedora del León de Oro en Venecia gracias a “El acontecimiento”, su último film), la actriz Susi Sánchez y el productor Ted Hope.

La buena noticia puede también ser la mala: hay mucho donde elegir. En todas las categorías. En las actorales –donde recordemos que se han suprimido las distinciones entre sexos para priorizar la división entre roles principales y secundarios– tenemos que la Jessica Chastain de “The Eyes of Tammy Faye”, de quien hablábamos unas líneas más arriba, estará en competencia directa con, por ejemplo, el Javier Bardem de “El buen patrón”, o el Swann Arlaud de “Vous ne désirez que moi”, o el doble pilar Blanca Portillo-Luis Tosar de “Maixabel”.

En las categorías de Mejor Dirección y Mejor Guion, también se nos presenta un panorama muy abierto, con nombres de entidad como Zhang Yimou (por “One Second”) o Claudia Llosa (por “Distancia de rescate”) o Tea Lindeburg (por “As In Heaven”) o Zhang Ji (por “Fire on the Plain”), o la dupla Paco Plaza-Carlos Vermut (por “La abuela”) con serias posibilidades de conquistar dichos reconocimientos.

Quedará, “solo“ la pregunta del millón: ¿A quién irá la Concha de Oro? Para la posición más alta del podio está sonando con mucha fuerza el nomobre de Jonás Trueba, quien con la prodigiosa “Quién lo impide” reivindicó, durante casi cuatro horas, la experiencia cinematográfica como esa luminosa herramienta para aprender a relacionarse con el mundo. Desde que apareciera a última hora de esta Competición, la crítica y buena parte del público parece que solo hayan tenido ojos para él y «sus amigos» esos jóvenes no-actores que ante la cámara son pura sabiduría vital.

Pero también tenemos que hacer caso a la memoria, y recordar que en los primeros compases del certamen sufrimos dos convulsiones cuyos efectos para nada se han disipado. Al contrario. Casi una semana después, los nombres de Terence Davies y Lucile Hadzihalilovic siguen sonando con mucha fuerza. Tanto “Benediction” –poético biopic dedicado a la figura de Siegfried Sassoon– como “Earwig” –espeluznante y muy sensorial fábula sobre identidades borrosas y dientes de hielo– siguen estando muy arriba de muchas quinielas. Toda la suerte para ellos, y todo el acierto para un jurado que, ya se ve, tiene deberes complicados. Benditas complicaciones.