Iñaki Lekuona
Profesor
AZKEN PUNTUA

Mutante

Jean Castex anunció el otro día que dentro de poco las restricciones impuestas por el gobierno para controlar los efectos del último virus mutante irán suavizándose a medida que se acerque la cita electoral. A pocos días de que París implantara el pase vacunal, el primer ministro compareció para reconocer que su política emmerdeuse –esa de joder a los no vacunados– ha acabado jodiendo a todo el mundo hasta el punto de que Emmanuel Macron ha visto su popularidad descender en picado en los últimos días. Y por eso se entiende aquello. Y por eso se comprende también que Eric Zemmour se frote las manos, porque las encuestas aplauden su discurso patriota a pesar de la peste a xenofobia que emana de su boca. Y no se trata solamente de un racismo supremacista frente a la inmigración postcolonial; es, además, un chovinismo decimonónico como el que impulsó la primera Gran Guerra. Ahora que Francia preside la Unión Europea, Zemmour, como hicieron en su día los defensores del Brexit, no ha dudado en criticar el concepto de soberanía europea. «Hay que imponer totalmente los intereses de Francia en el seno de la Unión Europea», clamó anteayer antes de sentenciar que «no existe la soberanía europea, y no existe el pueblo europeo». Eso sí, el pueblo francés existe. Desde hace milenios. Y es el mejor. A Castex se le acumula el trabajo con los virus. Este último es un mutante de cruz gamada.