Dabid LAZKANOITURBURU

El «quebradero turco» para la OTAN

Grecia, y sobre todo Turquía, han sido no pocas veces problemáticos en las ampliaciones de la OTAN. Y la que tiene como objetivo integrar a Finlandia y Suecia no es la excepción.

Ankara y Atenas, enemigos históricos irreconciliables, se miraron de reojo cuando ambos países fueron admitidos en 1952 en la Alianza Atlántica militar.

Ya en los años 90 y en los 2000, Turquía amenazó con vetar la ampliación de la OTAN al este por el bloqueo de su candidatura a la UE. En 2019, en plena crisis por el apoyo de EEUU a la guerrilla kurda de las YPG, la OTAN sorteó el malestar de Turquía ofreciéndole más cargos en el organigrama aliado.

Se puede hablar de que la Alianza adolece de un quebradero de cabeza balcánico. La propia Grecia amenazó con vetar a Macedonia por el litigio histórico en torno al nombre del país.

Hasta Croacia, por boca de su presidente, Zoran Milanovic, exige para abrir la puerta a Suecia y Finlandia que Bosnia modifique su ley electoral en beneficio de la minoría croata. Milanovic, acusado de admirar a Vladimir Putin, ya ha sido desautorizado por el Gobierno y el Parlamento.

Más allá de trifulcas con poco recorrido, ocurre que el litigio –en realidad litigios– planteado por Turquía es de más difícil solución. Y que el turco es el segundo Ejército más numeroso de la OTAN, tras el estadounidense.

La Turquía de Erdogan exige a los dos países escandinavos el fin de sus políticas de asilo a los kurdos que huyen de la represión de Ankara, y de Damasco. Urge además y específicamente a Suecia a que levante el veto a la venta de armas que impuso a Turquía en 2019 por su política agresiva, al exterior y al interior.

Ankara arrastra, asimismo, diferendos con la OTAN, léase con EEUU. Washington congeló la venta de cazas F-35 ya comprometidos en represalia por la compra por parte de Turquía del sistema de defensa antimisiles S-400 a Rusia.

Rivales que han medido y miden sus fuerzas en guerras por interposición en Siria, Libia y Nagorno-Karabaj, Erdogan y Putin no ocultan sus buenas relaciones, cimentadas desde que el primero sorteó un intento de golpe de Estado en 2016 con apoyo político, e incluso de Inteligencia, del segundo.

Turquía juega a varias bandas como aliado de la OTAN mientras contemporiza con Rusia. Erdogan insiste en mantener el veto, en un guiño a Moscú, mientras manda a su ministro de Exteriores a EEUU a negociar la importación de una partida modernizada de cazas F-16.

Ankara busca contrapartidas al juego de equilibrista de Erdogan. En su día no logró que la UE le abriera las puertas ni que EEUU traicionara a los kurdos de Siria. Pero necesita algo en vísperas de las cruciales elecciones del año que viene.