Sabino ORMAZABAL y Ramón ZALLO
KOLABORAZIOA

Echamos de menos a Mariano Ferrer

Y lo echamos de menos tanto en lo afectivo como en su capacidad de comunicar y reflexionar. ¿Qué pensaría hoy? ¿Cuál sería su posición sobre los grandes cambios que estamos viviendo?

El día 14 de julio se cumplirán tres años de la muerte de Mariano y un grupo de personas amigas y familiares queremos reflexionar con ocasión del curso de verano de la UPV-EHU titulado “El periodismo político como compromiso social y ético. Mariano Ferrer”, que tendrá lugar los próximos días 22 y 23 de este mes. Trataremos de ofrecer una panorámica del pensamiento y método de análisis político que Mariano utilizaba tanto en artículos periodísticos como en radio y televisión.

Mariano ejerció un periodismo honesto, libre, crítico, educativo y de responsabilidad. De todo ello hablaremos en profundidad y dialogaremos en libertad en el Palacio Miramar de Donostia. Todavía quedan plazas libres y desde aquí hacemos una llamada a quienes quieran participar de este acto.

Mariano nos ayudaba a reflexionar y, se estuviera o no de acuerdo con él, aprendíamos a mirar las cosas desde diversos puntos de vista, reforzando a menudo las posiciones de las personas más débiles y vulnerables. Dominaba los tiempos en su forma de hablar y fue un fenómeno del razonamiento, desgranando los contenidos con finura y una dialéctica contundente y ejemplar.

Le costaba decir que no a las numerosas y variadas propuestas que recibía solicitando su presencia como mediador, analista e incluso portavoz en situaciones comprometidas. Así se implicó en muchas causas, desde las Conferencias de Paz organizadas por Elkarri hasta su aportación en SOS Racismo y en el círculo de sillas en el Bulevar donostiarra “Egin bidea bakeari”, pasando por la portavocía del caso 18/98 y también su inmersión en ámbitos culturales, como fue la dirección de prensa en el Festival de Cine de Donostia y otros encuentros y mesas redondas.

Mariano tenía una relación curiosa con sus lectoras y lectores, a quienes reclamaba una actitud abierta, y para ello daba muchas referencias y claves, para que cada cual pensara lo que quisiera. Tuvo siempre una visión ética de la política por más que hurgara en sus miserias. Exploraba en nuestras contradicciones. No era el típico columnista de ideas previsibles. Era de piezas de encaje en puzzles diversos de realidades poliédricas, con argumentos siempre contextualizados y que nunca eran de evidencia inicial. Miraba y remiraba el objeto de análisis por todos los prismas. Su método era inductivo, extraía líneas y, como el futuro siempre es incierto, deducía posibles futuribles. En su método, tomaba distancia, pero no desde arriba, sino desde al lado, en una técnica de acercamiento-alejamiento. No era un francotirador, pero sí tenía un punto de lobo solitario, muy celoso de su independencia. Aborrecía los eslóganes binarios, los silogismos simplistas, las verdades gruesas lanzadas contra otras verdades o los resignados «esto es lo que hay». Huía de los mapas de buenos y malos para situar a los actores ante sus contextos y opciones, criticando más las opciones que el background que las inspiraban.

De todo esto queremos reflexionar. Su legado sigue vivo aunque mucha gente le echamos de menos.