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Una ley que no abolirá la prostitución, pero que es un paso, otra señal de condena de la esclavitud

El Parlamento francés trató ayer una ley que impedirá a un cliente mantener relaciones sexuales tarifadas con una prostituta. Se trata de una iniciativa surgida en un contexto complicado para la moral política en el Estado francés, donde aún resuenan las noches de sexo pagado del frustrado candidato presidencial Strauss-Kahn y su intento de violación de una mujer de origen africano en un hotel de Nueva York o de la contratación de prostitutas menores de edad por las estrellas del fútbol Ribery y Benzema para celebrar éxitos o cumpleaños. El francés no será el único estado que legisla en este sentido. Suecia, Noruega e Islandia consideran irrelevante la distinción entre prostitución forzada y voluntaria al tomar como base legislativa el derecho humano a la dignidad (que está por encima del consentimiento) y el derecho a la autodeterminación (no se penaliza a alguien por lo que hace con su propio cuerpo).

A pesar del desacuerdo de ciertos intelectuales, y manifiestos como «No toques a mi puta», el debate no es sobre sexualidad sino sobre un comercio ilegítimo con enormes ganancias para mafias criminales. La ley no abolirá la prostitución, pero es otra señal de condena de la esclavitud.