Floren Aoiz
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JO PUNTUA

La genial felicitación navideña de Barcina

No soy capaz de asociarla al rechazo frontal de la pobreza, a la capacidad para identificarse con los más débiles, al compromiso contra la injusticia ni a la combatividad contra toda forma de discriminación

Ya sabíamos que Yolanda Barcina era capaz de proclamar su honestidad pese a ser considerada por gran parte de la ciudadanía una consumada corrupta. Tras ser salvada de mala manera por un tribunal marcadamente político, en lugar de actuar con prudencia, Barcina prefiere dar lecciones de trasparencia. Responde a las decisiones mayoritarias del Parlamento con desdén, como si no fueran con ella. Surfea arrogante sobre un partido dividido, en el que las espadas brillan mientras son afiladas con creciente nerviosismo. Y por si todo esto fuera poco, ahora ha tenido la genial idea de felicitar las Navidades con una frase de Nelson Mandela.

«La grandeza de la vida no consiste en no caer nunca, sino en levantarnos cada vez que caemos.» ¡Toma ya! Se ha quedado ancha. Si pretender apropiarse de la imagen de alguien tan opuesto a ella como Mandela repugna; apelar a su capacidad para superar las adversidades, sencillamente, apesta. ¿Caer y levantarse? Me cuesta imaginar en la vida de Barcina nada parecido a las décadas de prisión de Madiba. No soy capaz de asociarla al rechazo frontal de la pobreza, a la capacidad para identificarse con los más débiles, al compromiso contra la injusticia ni a la combatividad contra toda forma de discriminación. Tampoco la veo orga- nizando un grupo armado contra la opresión ni liderando un amplio movimiento popular contra el poder, sinceramente.

No puedo pensar en Barcina afirmando ante un tribunal: «admito de inmediato que yo fui una de las personas que ayudó a crear Umkhonto we Sizwe», esto es, el grupo armado del CNA. Tampoco esto otro: «llegué a la conclusión de que, puesto que la violencia en este país era inevitable, sería poco realista seguir predicando la paz y la no violencia. No me fue fácil llegar a esta conclusión. Solo cuando todo lo demás había fracasado, cuando todas las vías de protesta pacífica se nos habían cerrado, tomamos la decisión de recurrir a formas violentas de lucha política. Lo único que puedo decir es que me sentía moralmente obligado a hacer lo que hice.» Nelson Mandela declaró esto en 1964, pero su larga vida de lucha nos ofreció mucho más que eso. Fue la suya una trayectoria con sombras, como todas, porque era humano, pero con grandes luces, tantas que todos los oportunistas del mundo han querido apuntarse el tanto de compararse con él o, como Barcina, utilizar con tanta caradura sus palabras.

En este mundo capitalista que cree que todo está en venta y que quiere obtener beneficios de todo, hay quien piensa que traficar con palabras es tan legítimo como llenarse los bolsillos de dinero público y alegar luego que los tribunales no han visto en ello nada delictivo. A Barcina le iba más una felicitación del tono de la siguiente, adecuada a la Navarra foral y española: «El bolchevismo está llamando a nuestras puertas, no podemos darles el lujo de dejarles entrar... Tenemos que mantener a Estados Unidos seguro y virgen. Debemos tener al trabajador fuera de la literatura roja y de las artimañas rojas, hay que ver que su mente se mantiene saludable».

Esto lo dijo Al Capone.