Jon Odriozola
Periodista
JO PUNTUA

Aresti: «malgizon»

Tener un asomo de conciencia cívica, pienso, no te convierte automáticamente en «marxista». Salvo que haya marxistas que no saben que lo son y actúan como tales. Aresti está... con el hombre: «Beti paratuko naiz/ Gizonaren alde»

Así se automotejaba Gabriel Aresti en pleno fragor polémico (españolista para unos, advenedizo para otros): malgizon (mal hombre), lo que no fue jamás. Peor le habría sentado que le hubieran llamado olerkari txarra (mal poeta), lo que tampoco fue.

El ensayista Jon Kortazar acaba de publicar «El poeta Gabriel Aresti (1933-1975)» en la colección Temas Vizcaínos, editado por la BBK. El autor introduce bien la vida y la obra del poeta -porque si algo fue Aresti en su corta vida fue ,sobremanera, poeta- para jóvenes no avisados, acompañado de un generoso surtido de testimonios gráficos inapreciable.

Aresti nació en Bilbo, en la calle Barroeta Aldamar, nº 2, enfrente de la antigua aduana. Perito mercantil y dotado para los idiomas, estudió el euskara con 17 años, no sabemos si «como un idioma más» -en un ambiente castellanoparlante-, pero sí sabemos que lo amó profundamente. Del temprano simbolismo de «Maldan Behera» (Cuesta Abajo), pronto pasó Aresti a la poesía social. Y la trilogía «Harri eta Herri» (Piedra y Pueblo, 1964), «Euskal Harria» (1967) y «Harrizko Herri Hau» (1970) constituye la primera la cima de su producción poética. Según la teoría de Jon Juaristi,conocedor a fondo del mundo arestiano, la poesía de G. Aresti busca mediante la identificación Piedra-Pueblo la expresión de los valores de una Edad de Oro, idealizada. Como si fuera un bardo ossianiano. Es posible.

En Eibar conoció a Juan San Martín, quien opinó que el poema arestiano se halla estrechamente relacionado con la lectura del libro del poeta gallego Celso Emilio Ferreiro «Longa noite de pedra» (1962) que, según él, influyó notablemente en el autor de «Egun da Santi Mamiña» que tanto cantábamos algunos when we were young... Desde luego, «Harri eta Herri» supuso el giro copernicano de Aresti hacia la llamada poesía social y, como poesía laica, la ruptura definitiva con el anclaje eviterno de la asociación mecánica «euskaldun-fededun». Con Aresti -y/o Lizardi-, la poesía vasca entró en la modernidad.

Se ha discutido si puede denominarse propiamente «social» la obra -su segunda parte- de Aresti. Jon Kortazar habla, incluso, de un Aresti «marxista». Yo no estaría tan seguro. Es verdad que Aresti estuvo muy influenciado por sus amigos poetas Blas de Otero y Gabriel Celaya (y antes por el cristiano T. S. Elliot) y que en los años sesenta frecuentó la socializante tertulia de la bilbaina cafetería La Concordia. También lo es que muy pronto, debido a su trabajo, entró en contacto con aromas obreros (como en el muelle de Zorrotza). Pero tener un asomo de conciencia cívica, pienso, no te convierte automáticamente en «marxista». Salvo que haya marxistas que no saben que lo son -como los hegelianos- y actúan como tales. Aresti -lo dice siempre- está... con el hombre: «Beti paratuko naiz/ Gizonaren alde». I. Aldekoa señalaba la «voz bíblica de Aresti». El marxismo como una «religión», pasado por el tamiz de Aresti para redimir oprimidos. En fin... nadie que lea al autor de «Nire aitaren etxea» se arrepentirá.

Y ya metidos en estas harinas, daré noticia de la publicación del libro editado por Meatzalde Bizirik Ekologista Taldea titulado «Vivir o morir bajo las chimeneas». Dicho queda.