Aitor AGIRREZABAL
ANÁLISIS | PROCESO SOBERANISTA

Londres presenta unas cuentas que no convencen a Escocia

El ministro británico de Finanzas, George Osborne, ha presentado unos presupuestos anuales que Escocia interpreta como unas cuentas elaboradas únicamente para el sureste de la isla, sin ofrecer posibilidades de fortalecimiento económico para el resto.

Los números presentados por el Ejecutivo de Londres volvieron a alejar las realidades económico-políticas de Escocia y el resto de Gran Bretaña, con unas medidas que provocaron el rechazo de todos los partidos escoceses.

Durante décadas, la política económica de Westminster ha apoyado el empleo y el crecimiento en el sureste de la isla a expensas del resto. De nuevo, en el año del referéndum de autodeterminación escocés, lejos de fomentar un crecimiento para el norte de la isla, desde Londres vuelven a llegar recortes en prestaciones sociales y posibilidades financieras, medidas que el ministro de Finanzas del Gobierno Británico, George Osborne justificó señalando que «el crecimiento más rápido por sí mismo no va a cuadrar las cuentas».

Quienes apoyan un voto favorable a la independencia de Escocia, ven en estos presupuestos un nuevo retroceso para su país. Si bien consideran que las fortalezas económicas y empresariales de Escocia han sido versátiles y se han mantenido fuertes en estas circunstancias, aseguran que los recursos y habilidades de las tierras de Alba se han visto frenadas por la formulación de políticas pobres.

Pese a que el presupuesto vuelve a frenar las aspiraciones de crecimiento escocesas, Osborne no dejó pasar el miércoles la ocasión de hacer campaña unionista. Apenas hizo mención a Escocia, pero cuando lo hizo fue para volver a la estrategia del miedo y advertir de los riesgos que podría suponer para Escocia un voto favorable a la independencia. «Es un recorda- torio de lo precario que sería el presupuesto para una Escocia independiente», aseguró el ministro de Economía.

Whisky y cerveza. Osborne aseguró que la inversión en el petróleo del Mar del Norte está cayendo y volvió a insistir en la posibilidad de que se agote en pocos años, cuando distintas investigaciones apuntan que durante al menos 40 años no faltará oro negro. Los presupuestos mantienen la tendencia de los últimos años, en los que los beneficios del gas y el petróleo serán destinados a paliar la deuda pública de Gran Bretaña, mientras que las voces independentistas abogan por crear un doble fondo diferenciado: un fondo a corto plazo para ayudar a hacer frente a las fluctuaciones de los ingresos del petróleo y del gas, y un fondo de ahorro a largo plazo al estilo del que se viene realizando en Noruega, con el fin de asegurar la prosperidad de futuras generaciones.

En cuanto al plan que David Cameron, primer ministro británico, presentó hace un mes y en el que se señalaba que nuevas disposiciones podrían suponer un extra de 4.000 millones de barriles, Osborne se limitó a señalar que «se tendrá en cuenta», sin anunciar ningún tipo de medida concreta.

Del mismo modo, confirmó que congelará los impuestos sobre el whisky y, por segundo año consecutivo, se comprometió a dar un centavo del precio de una pinta de cerveza. Esta apelación para ganar el apoyo de los bebedores será bien recibida tanto por los consumidores (que no son pocos) como por los responsables de la industria, pero su impacto en las urnas no debería ser excesivo.

A pesar de estas dos medidas, la atmósfera indica que Westminster carece de ambición cuando se trata de economía y negocios para Escocia. Las críticas no se hicieron esperar, considerando que Londres podría haber apostado mucho más por invertir en nuevas industrias, crear puestos de trabajo cualificados o mejorar la productividad.

Energías renovables. Es cierto que el presupuesto hace guiños a varios de los puntos que la campaña independentista ha marcado como objetivos para Escocia. La creación de un crédito fiscal que ayude al cuidado de los menores, por ejemplo, pretende paliar la oferta soberanista. Pero pese a ello, la ayuda que ofrece el Gobierno británico en su presupuesto queda lejos de la oferta de cuidado gratuito propuesta por el Gobierno escocés en el Libro Blanco de la independencia.

Otra de las cuestiones en las que divergen las políticas presupuestarias a un lado y al otro de la frontera es la energía. El presupuesto de Westminster apuesta por una financiación adicional para el carbón y el consumo de gas, sin apenas oferta para el desarrollo de energías renovables, que se están convirtiendo en la principal oferta de la economía escocesa.

En materia de migración, conocidas son las medidas que propone el Gobierno conservador contra la población migrante, tratando de reducir su número, mientras Escocia apuesta por fomentar la llegada de población extranjera que enriquezca la economía.

Cambiar de dirección. Todas estas son medidas dirigidas a fortalecer la que hoy en día ya es la región más fuerte de la isla, el sureste. Este desequilibrio en las oportunidades económicas de unos y otros limitan las posibilidades de exportación de las empresas, reduciendo los ingresos fiscales y la inversión interna. De nuevo, la defensa de que las mejores decisiones para Escocia se pueden tomar desde una Escocia independiente queda reflejada en los últimos presupuestos británicos antes del referéndum del 18 de setiembre.

La respuesta desde Escocia no se hizo esperar y Stewart Hosie, portavoz del Tesoro del Gobierno del SNP (Partido Nacional Escocés) lo consideró «un intento de reivindicar cuatro años más de austeridad», acusando a Osborne de tratar de equilibrar las cuentas «sobre las espaldas de quienes menos tienen». Así mismo, insistió en que uno de los objetivos de la independencia es acabar con las diferencias sociales, que «debido a las políticas de Londres, cada vez son más amplias».

Al igual que el ejecutivo escocés, la oposición laborista, cuya línea oficial sigue siendo unionista, también rechazó los presupuestos presentados por Westminster. Estos números son los últimos antes del referéndum. Una victoria del «sí», que según las últimas encuestas cada vez reduce más su desventaja respecto al «no» unionista, ofrecería a Escocia la posibilidad de manejar sus recursos de forma más beneficiosa y apostar por políticas que puedan fomentar un crecimiento beneficioso para toda la sociedad.