Alvaro HILARIO BILBO

Bucles de celuloide para hacer inmortales a los seres queridos

Una «buena dosis de poesía» alumbra «Diez personas que no deberían morir nunca», exposición de Javier Pueyo construida en base a una decena de retratos realizados en súper 8 y 16mm, donde la repetición de las imágenes quiere ser una «metáfora de la eternidad».

La sala de exposiciones de Bilbo Arte acoge, hasta el 11 de abril, «Diez personas que no deberían morir nunca», una obra de Jesús Pueyo (Lamiako, 1971) compuesta por diez retratos en movimiento -realizados en películas de súper 8 y 16 mm- que se exhiben en bucle con la intención de que, en palabras del propio Pueyo, estas proporcionen «inmortalidad a los seres queridos», aunque sea de modo artístico no más.

En declaraciones a los medios de comunicación, el artista señaló que ha querido abordar «la muerte y el amor» ya que, a su parecer, estos «son los dos temas fundamentales»: la muerte como fin de la vida y, sobre todo, como conclusión del amor.

Pueyo es uno de los ocho artistas residentes de Bilbo Arte en 2013 elegidos por un jurado para mostrar sus trabajos en los locales de la fundación. Con él se inaugura la temporada expositiva de producción propia de este año en curso.

Su carrera comenzó en los años 90 materializando sus propuestas en diferentes formatos: vídeo creación, cine, espectáculos teatrales y multimedia, performance o instalación. Entre sus trabajos más conocidos se encuentran «Sonic Trash», vídeo musical (2012); «El columpio asesino», video musical (2011); e «Incógnitas», exposición colectiva en el museo Guggenheim Bilbao (2007).

Volver al pasado

Jesús Pueyo ha invertido año y medio en realizar esta muestra formada por ocho instalaciones que son partes de un todo.

Las instalaciones están implementadas por una docena de máquinas de súper 8 y 16 mm que proyectan en bucle los retratos de esas diez personas que no deberían morir nunca.

El nombre de la exposición procede de una anécdota que Groucho Marx relata en uno de sus libros: en una ocasión, una pareja de ancianos se le acercó y, tras muchos titubeos, se decidieron a tocarle para convencerse de que era real; a continuación, la mujer le dijo que era una persona que no debería morir nunca.

Aludiendo a los proyectores comprados, por ejemplo, en Alemania y Rusia, Juan Zapater, director de Bilbo Arte, señaló que Pueyo, recurriendo a la utilización de esas «viejas formas», de esos «soportes pre-tecnológicos» es capaz de «emocionar y recuperar la poesía, la capacidad lírica para poder mirar más allá de lo cotidiano». Añadió también que Jesús intenta «trascender la temporalidad de la vida» intenta que, artísticamente al menos, la gente que quiere no muera». Esa es la inmortalidad que quiere sugerir la continua repetición de las imágenes desarrollada en las diferentes instalaciones.

En la primera, por ejemplo, cuatro proyectores de súper 8 muestran a dos personas cada una de modo que gracias al calculado montaje, se den diferentes combinaciones entre ellas.

Cuatro, pero de 16 mm, encontraremos en la segunda de las piezas que, además, tiene valores escultóricos derivados de la propia colocación de las máquinas y de los bucles de película, de celuloide, que se encuentran colgados del techo.

Los retratos, iluminados por diferentes puntos, son mudos, a excepción del homenaje a Lou Reed que destila una tenue música absorbida por el sonido de las películas al ser proyectadas y que,a juicio de Zapater, remarca la «fragilidad del tiempo».

La exposición concluye con un autorretrato del autor que, a medida que es proyectado, va desapareciendo, pues va conectado a un goteo de lejía que se vierte poco a poco en la película hasta acabar con ella, al final de la exposición. En contraposición con el resto de los retratos audiovisuales, que hablan de amor dando idea de eternidad, esta «Hacia la desaparición» habla de su propia muerte.