Mikel CHAMIZO DONOSTIA

El txistu, un instrumento que se reinventa y quiere evolucionar con los tiempos

La flauta de tres agujeros es uno de los instrumentos más antiguos creado por el ser humano. Presente en múltiples culturas del mundo, en Euskal Herria tomó la forma concreta del txistu, de enorme raigambre en nuestro imaginario identitario. Pero sus lazos demasiado fuertes con el repertorio popular lo han sumido en el estancamiento. Tras esa preocupación han surgido, en los últimos años, iniciativas que buscan que el txistu evolucione con los tiempos.

Dice Jose Ignacio Ansorena que «desde que en la más remota antigüedad, un primitivo habitante de las montañas vascas fabricó su primer txistu con un hueso de ave, este instrumento, adaptándose al gusto y a las técnicas de construcción de cada momento, ha acompañado al pueblo vasco».

En este largo recorrido, sin embargo, el instrumento y su repertorio han evolucionado de forma limitada. Al ser tan elemental en su diseño, básicamente un cilindro con tres agujeros, y no existir un modelo estándar de construcción y afinación, durante siglos el txistu se mantuvo ligado al ámbito rural, con un repertorio folclórico que pasaba de padres a hijos de forma oral. Pero en el siglo XVIII se produjo un importante cambio de rumbo: «Un grupo de nobles vascos -explica Ansorena-, liderados por el conde de Peñaflorida, dieron lugar al movimiento de inspiración enciclopedista conocido como Ilustración Vasca, bajo cuya influencia los tamborileros empezaron a interpretar, adaptar y componer músicas acordes con el gusto de la época. Y para ello, lógicamente, hubieron de hacer algunos cambios. Para empezar redimensionaron el instrumento hasta conseguir uno capaz de emitir una gama de dos octavas correctamente afinadas; inventaron también un txistu más grande, el llamado silbote, lo que les posibilitó la escritura polifónica a varias voces y, por supuesto, se lanzaron a la composición y adaptación de obras para este txistu mejorado».

Las bandas

Una de las capacidades del nuevo txistu era la de integrarse en conjuntos mayores, algo imposible antes debido a la diversidad de afinaciones. Comenzaron a surgir así las bandas de txistularis, que adoptaron un carácter institucional, y el repertorio fue engrosándose de nuevas piezas para combinaciones de txistus, txistu y órgano, txistu y banda, piano, acordeón... Eso sí, girando casi siempre en torno a determinadas danzas y ritmos estándar: la biribilketa, el fandango, el zortziko, la ezpata-dantza, el arin-arin y el contrapas. Desde 1927 la Asociación de Txistularis de Euskal Herria, que actualmente tiene su sede en Errenteria, se ha encargado de recopilar, conservar, publicar y promover toda esta fantástica literatura de aire popular, presente en nuestras calles y plazas desde hace dos siglos.

Los tiempos cambian

No obstante, en los últimos años se está produciendo una revolución silenciosa en el mundo del txistu, ya que han surgido iniciativas que pretenden sacar al instrumento de su rutina folclórica e introducirlo en nuevos ámbitos. El esfuerzo más destacado es el de Silboberri, una asociación de Durango que ha apostado fuerte para que el txistu pueda entrar en la sala de conciertos en igualdad de condiciones que un violín o un clarinete. Para lograrlo, no solo han desarrollado un nuevo modelo de txistu, llamado J.A.I., que introduce sustanciales mejoras en la afinación y el equilibrio entre los sonidos agudos y graves, muy descompensados en el modelo tradicional.

En la idea de que «un instrumento que no se adapta a las música actuales es un instrumento muerto», la asociación inició en el 2000 una dinámica de encargos a autores de un perfil muy distinto al de los compositores-txistularis, que aportarán una visión diferente y fresca al uso que se le puede dar al instrumento. En esto tuvieron que superar algunos prejuicios. «La primera reacción de los compositores era quedarse sorprendidos, pensaban que les pedíamos una birilketa o un arin-arin», recuerda Maribel Roldán, coordinadora de Silboberri. «Pero poco a poco empezaron a entrar en el juego, porque les aseguramos siempre la publicación y estreno de las obras, que además nuestros txistularis preparan muy concienzudamente y en estrecha colaboración con los compositores».

Realidad consolidada

Tras quince años de cultivo Silboberri está comenzando ahora a recoger los frutos. La seriedad de su trabajo les ha permitido estar presentes en escenarios tan importantes como la Quincena Musical, la Fundación BBVA o el Victoria Eugenia, con unos programas en el que figuran los nombre de los más importantes compositores vascos: Félix Ibarrondo, Gabriel Erkoreka, María Eugenia Luc, Iñaki Estrada... Y están estudiando ya cómo dar el salto fuera de las fronteras de Euskal Herria.

El problema, de momento, es que se sienten solos en esta aventura. «La mayoría de los otros txistularis valoran nuestro esfuerzo, pero muy pocos se atreven con estas músicas», se lamenta Roldán. «Ahora que el txistu ha entrado en los estudios oficiales de los conservatorios, también en Musikene, esperamos que las nuevas generaciones de txistularis se involucren más».