Raimundo Fitero
DE REOJO

Franquicia

Me ha salido el título de manera automática. He pensado cosas mezcladas, he repasado los apuntes y al tocar la primera tecla el sistema, el programa, sin mayor recomendación ha puesto esa palabra que me obliga a desarrollar un no pensamiento a partir de una no idea, es decir, lo habitual, pero condicionado por la mezcla de incitaciones que la palabra franquicia aporta hoy al mundo ordinario. Vivimos en un mundo de franquicias. Casi todo lo que compramos tiene una central de decisión en otra parte del mundo. Lo único que hay de aquí son los salarios y las condiciones laborales tan asiáticas imperantes en estos momentos. Y en este laberinto de obviedades me hallaba cuando encontré una salida hacia un muro.

Los jueces, fiscales y demás mandos intermedios de la administración de la justicia española, ¿forman parte también de una franquicia? En demasiados ocasiones puede parecerlo. Cuando un fiscal se empeña en no ver motivos para la imputación de la esposa de Urdangarin, uno cree que este servidor público tiene un jefe colocado en la Moncloa y sigue sus consignas más que a lo que el proceso judicial parece pedir. No digamos ya nada sobre el asunto de los jerifaltes de las altas instancias del desfalco español en la banca, donde las decisiones son tomadas por los dueños de la franquicia, es decir, ellos mismos. Y como colofón el asunto de Arnaldo Otegi, un descomunal desaguisado que hace ver a las claras que los que deciden no viven cerca de aquí, sino en paraísos franquistas.

Y este es el problema, porque esa justicia tan feroz y expeditiva en ciertos asuntos se queda mirando al cristo de los faroles cuando una vez más, un miembro de la jerarquía católica desde su púlpito lanza barbaridades machistas incitadoras de la violencia contra las mujeres en el matrimonio. Palabras soeces que transmiten pus mental, excrecencias de una visión aborrecible del fenómeno de la violencia en el hogar. Ese deje casposo de que antes, cuando llegaba el hombre borracho, pegaba a la mujer, pero no la mataba, porque había más temor a dios es una joya de la infamia y un acto criminal perseguible. Pero nadie interviene. Están en la misma franquicia franquista.