Raimundo Fitero
DE REOJO

Dejarse ver


Hay acontecimientos que se anuncian como supuestamente deportivos, que en sus cortes informativos en los noticiarios televisivos son un compendio de imágenes de marcas y una pasarela de famosos que acuden para dejarse ver. Una de las funciones de un famoso es dejarse ver, lo que no queda claro es que si se dejan ver cobrando son invitados con derecho a refresco y canapés o pagan como cualquier aficionado. Supongamos que hablo de un asunto con apariencia de tenístico, que sucede en al capital del reino de España y que por todos los lugares aparecen una aseguradora, que incluso le da nombre, y otras marcas de consumo elitista, y en sus balconcitos se ven a futbolistas, artistas de la nada y meretrices en busca de portada o político con posibles. Un ambiente selecto que da mucha grima.

Y si hablamos de coches, lo mismo. O de motos, aunque en este espectáculo, la pasión de los aficionados copa todo lo que el propio formulario de retransmisión entre carreras puede restar. Pero está claro que son anuncios constantes, una plataforma publicitaria de unas marcas muy globales y ese incesante trasiego de aspirantes a todo que buscan oportunidades dejándose ver. Y en tiempos de campaña electoral, estos fenómenos aumentan de una manera abultada. Nadie pierde la ocasión de dejarse ver en el lugar que sea. La cuestión es transmitir que existen. Y la verdad es que yo confundo de manera constante a los candidatos con los participantes en Eurovisión. Que me perdonen los que todavía consideran que alguien les presta atención por sus no programas electorales.

Uno de los candidatos es un tertuliano de los platós de la extrema derecha española; se llama Javier Nart, se considera de Bilbao porque su padre fue notario en la villa bizkaitarra, da lecciones de integridad moral con sus argumentarios faltones y totalitarios, y ahora resulta que tiene una sospechosa cuenta en Suiza, con dinero, dice, de una herencia de su padre, que debió evadir a ese país tan amable con el capital, por culpa de ETA. ¿Comprenden el asunto, no? Entre este impostor y la candidata del partido zombi, señora Valenciano y el tal Cañete, lo de Eurovisión parece un programa de alta cultura.