Con barbas
Pero el espectáculo, la gestión técnica, el acomodo espacial, se hace con una dignidad bien suplida. Este año la realización ha sabido aprovechar bien los elementos escénicos, ha tenido ritmo, y los contenidos, las canciones, los estribillos, las puestas en escena particulares forman parte de esta asamblea de unidades de destino en lo espectacular, perdidas en un universo globalizado en su definición y fraccionado hasta lo micro en su práctica. Nadie conoce a los cantantes de esta categorías de los países colindantes. Ni siquiera se conocen a los propios, pese a las promociones desmesuradas y fatídicas. Estamos ante un suceso irrepetible, que se repite cada año buscando su singularidad que se gana a base de ser similar al anterior, de mantener ese espacio inexistente de una unión televisiva o un mercado musical europeos.
Pero esta vez ha ganado una imagen icónica. Un mensaje en positivo, no por el contenido de la letra, sino por la forma. Por haber recibido ese voto controlado un señor con barba vestido de señora estupenda. Y probablemente porque a partir de ahí era la canción más coherente, más cohesionada, más atenta a las formas musicales y estéticas, mejor defendida y con mayores posibilidades de emprender un camino limitado en solitario. Vuelven las caras atildadas con dibujos capilares. Podemos vivir con barbas y a lo loco junto a la impresionante diva Conchita Wurst.