Floren Aoiz
@elomendia
JO PUNTUA

Varapalo a la estrategia de contención

EH Bildu (con la proyección de su alianza con EH Bai) vertebra el país, a diferencia de UPN, cada vez un poco más sucursal del PP, o el PNV, que sigue en repliegue a sus cuarteles vizcainos

Una de las dudas ante estos comicios en la Euskal Herria peninsular era la evolución del proyecto EH Bildu en base a tres desafíos: el posible desgaste por las responsabilidades institucionales; el bloqueo en el proceso de solución del conflicto, con la consiguiente decepción y frustración; y los eventuales costes de las apuestas de la izquierda abertzale en los últimos años, que habrían podido desorientar o generar ansiedad o incluso rechazo en algunos sectores de sus bases y su militancia histórica. Todo con la duda acerca del alcance de la tendencia abstencionista y con una candidatura sin precedentes compartida con fuerzas que antes habían sido contrincantes y en la que faltaban agentes considerados más cercanos, como las CUP.

Las élites políticas, económicas y mediáticas han respondido a los avances electorales y la llegada de Bildu a la Diputación de Gipuzkoa y numerosos ayuntamientos con una campaña de acoso y derribo, como hemos podido comprobar, por ejemplo, en la «batalla de las basuras».

El régimen no es sólo PP-PSOE y tanto UPN como el PNV han adoptado posturas de régimen. Han optado por estrategias conservadoras, de contención, para evitar el cambio y preservar el statu quo vigente. Frenar el crecimiento y la consolidación de EH Bildu es, en ese sentido, prioridad compartida por PP, PSOE, UPN y PNV. Esta estrategia de contención pretende de modo especial detener el cambio cultural-ideológico que se está produciendo en nuestra sociedad, expresado en la pugna entre lo viejo (el régimen en sus múltiples formas, los recortes, el desarrollismo, la corrupción, la negación de la democracia...) y lo nuevo (el cambio, la soberanía, la transformación social, lo público, lo común, la creatividad...).

Estas elecciones ofrecían la oportunidad de evaluar el resultado tanto de las estrategias de contención como de los esfuerzos de EH Bildu para superar el reto y hacerse más fuerte e influyente en el país. La prueba ha sido superada con creces y aunque no es inteligente quedarse en una lectura simplista, cualquier análisis riguroso debe subrayar el avance estratégico que supone vencer este pulso y, sobre todo, conformarse como la indiscutible clave de cualquier posibilidad de cambio en el país.

EH Bildu (con la proyección de su alianza con EH Bai) vertebra el país, a diferencia de UPN, cada vez un poco más sucursal del PP, o el PNV, que sigue en repliegue a sus cuarteles vizcainos. EH Bildu genera expectativas frente al conservadurismo y la incapacidad de producir futuro del régimen. Y asume una concepción estratégica de la política en la que las instituciones se interrelacionan con los agentes sociales y los movimientos populares.

En Nafarroa, UPN se ha tenido que esconder tras el PP, el PSOE se ha derrumbado y el PNV, que necesitaba evitar que la marca Geroa Bai se volatilizara a un año de las forales, ha sido incapaz de lograr su objetivo. Pero no es momento de dormirse en los laureles. EH Bildu tiene mucho trabajo por hacer, porque la sociedad ha puesto en sus manos la responsabilidad de liderar la alternativa al régimen.