Jon Odriozola
Kazetaria
JO PUNTUA

Trabajo y empleo

No hay mucha diferencia entre el esclavo antiguo y el trabajador actual, salvo que el primero no era libre de vender su trabajo (sin salario) y el segundo, al menos aparentemente, sí lo es (a cambio de un salario vende no su «trabajo», sino su «fuerza de trabajo»)

Lo que caracteriza al hombre, al ser humano, es el trabajo: el homo faber. Es inconcebible un bípedo implume que esté permanentemente ocioso y desocupado. Siempre hay algo que lo entretiene. Salvo monjes contemplativos o hesicastas griegos del monte Athos, también llamados «umbilicarios» porque para pasar al éxtasis fijaban la vista en el ombligo deteniendo a la vez la respiración.

Engels tituló un opúsculo suyo como «El papel del trabajo en la transformación del mono en hombre» que un servidor, una vez, transliteró como «El papel del trabajo en la transformación del hombre en mono». Porque, si bien el trabajo es fundamental para entender la historia y la antropología del hombre y la sociedad, no es igual definirlo sin observar ni estudiar bajo qué circunstancias -o modos de producción- se desarrolla y desenvuelve el mismo. No es lo mismo el trabajo considerado bajo las condiciones del esclavismo o el feudalismo o el capitalismo o el comunismo, etapa esta última a la que se oponen, precisamente, las castas más parasitarias y zánganas que viven del sudor y la sangre del trabajo ajeno, de su explotación. Pero esto es papilla, ¿no es cierto?

Marx distinguió entre trabajo y fuerza de trabajo. Todo el mundo trabaja o realiza alguna actividad, productiva o improductiva, pero no todo el mundo puede vender su fuerza de trabajo en eso que llaman «mercado de trabajo», que no es otra cosa que donde el trabajador, el obrero -el «operario», como le dicen ahora, traduciendo del italiano, y suena más light-, va a vender la única mercancía de la que dispone: su fuerza de trabajo. Se ofrece a sí mismo como el hombre forzudo que exhibe sus músculos en el circo. O en un bazar persa donde todo se compra y se vende. No hay mucha diferencia entre el esclavo antiguo y el trabajador actual, salvo que el primero no era libre de vender su trabajo (sin salario) y el segundo, al menos aparentemente, sí lo es (a cambio de un salario vende no su «trabajo», sino su «fuerza de trabajo»).

Salvo en mi caso, que siempre he trabajado gratis, pues solo he vendido mi valor de uso y no mi valor de cambio, esto es, me he dejado «usar» y no me he cambiado por nada, ele mi ninio, se suele confundir trabajo con empleo. Puedes trabajar y no cobrar y estar empleado y,ahora sí, a cambio de un salario (en inglés no se busca un«trabajo», sino un «empleo»... pagado). Es el trabajo y la fuerza de trabajo, que decía Marx, que hoy sería millonario con las ventas de sus libros, pero nació idiota. Es el valor de uso y el valor de cambio. Luego está la clásica división entre el trabajo manual y el trabajo intelectual, división que yo entiendo errónea por idealista.

No viene muy a cuento, pero en un caserío, pongamos por caso, es un ejemplo, o una alquería, si te pasas la vida escribiendo txorradas como esta, no estás «trabajando», no haces nada «productivo», no hay «valor de cambio», en definitiva y acabáramos. O sea, money. Vives de prestado, de la caridad y, encima, el muy cabrón se queja. Y quienes me leen, que son legión, como todo el mundo sabe, nunca aprenderán nada de provecho perdiendo el tiempo leyendo estas idioteces. En fin, ¡misericordia!