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Transparencia no es proyectar «transparencias»

Las presentaciones en ordenador son hoy lo que antaño fueron las proyecciones de «transparencias» que también servían para ilustrar conferencias o clases magistrales. Pero acompañar las palabras con enormes cuadros de imposible digestión instantánea no supone un ejercicio de transparencia. De hecho, muchas veces se convierten en los árboles que no dejan ver el bosque. Ayer la consejera de Medio Ambiente y Ordenación del Territorio, Ana Oregi, acudió al Parlamento con una promesa de futura «transparencia absoluta» en relación a las obras del TAV en el ramal guipuzcoano que no ha practicado hasta la fecha. Porque, a buen seguro, la base de los datos que ayer proyectó -pero que no detalló en su disertación- la tenía ya para haberlos remitido antes del 17 de junio a la Cámara, pero pidió una prórroga para que llegaran después de su intervención. De esa forma, la consejera tenía el control de las cifras y elegía cuáles dar y cuáles no. Como eligió también a qué responder y a qué no, dejando pasar con una larga cambiada cuestiones de enjundia como las canteras ilegales que abaratan a las empresas el precio del cemento, lo que luego no se refleja en la factura que pagamos todos, o el que se haya adjudicado a una empresa un tramo de túnel de otra, lo que, además de a la seguridad, también afecta a los cobros que harán una y otra parte.