En el mundo ocurren sucesos insólitos. También en Euskal Herria. En este país, además hay misterios que solo la literatura más o, según por dónde se mire, menos imaginativa recoge. En Nafarroa, tras la desaparición de una caja de ahorros y la de parte de su patrimonio artístico, la salida a la luz de las jugosas y multiplicadas dietas que aparecían en los bolsillos de sus responsables institucionales -esos que debían velar por la buena gestión del dinero de los navarros- y otros fenómenos inexplicables o, mejor, inexplicados, también ha desaparecido el informe que detallaba el valor de Caja Navarra antes de su primera fusión. El presidente de la Fundación CAN, Joaquín Giráldez, que ayer compareció en el Parlamento para decir que ha actuado más que impecablemente y que la acusación del juez y los peritos son un error, asegura que no sabe dónde está el informe, confirmando así el nuevo misterio.

Este último despropósito en torno a la CAN da pie a la chanza por lo estrafalario de su protagonista a la hora de pretender explicarlo; sin embargo, se trata de un hecho sumamente grave que, unido a una nefasta y probablemente delictiva trayectoria de unos representantes públicos que se han lucrado y se han intentado reír de toda una sociedad, colma el vaso de lo admisible. ¿Ese es el camino a seguir por BBK, Vital y Kutxa? El comienzo ha sido el mismo.