Raimundo Fitero
DE REOJO

Va mal

El desconsolado llanto de un político japonés es un fenómeno viral, una de esas piezas audiovisuales que se ven y ríen durante semanas en muchas pantallas que no son las del electrodoméstico esencial, aunque desde el mismo se haya logrado su lanzamiento más inmediato. Ryutaro Nonomura se ha convertido en la figura universal del arrepentimiento, de la confesión en sede parlamentaria de un corrupto. Porque su llanto, real o fingido, es una magnífica representación teatral. Podría considerarse que estamos ante un excelente actor de las bellas artes escénicas japonesas, pero su intervención puede considerarse, también, como una muestra de un camino nuevo hacia el perdón: el ridículo.

Probablemente, a partir de ahora, cuando un futbolista con instinto mordedor, un monarca en decadencia o lo más imposible, un miembro de la banda de Rajoy reconozca que ha cometido algún error (vean mi finura argumental), podríamos llamarle hacer «un japonés». Porque si no lo han visto, intenten buscar esta pieza, en donde el desconsolado japonés no se sabe si poseído por el demonio que lo tiene agarrado por sus partes blandas llenándole de veneno, o porque se ha puesto hasta el culo de sake, hace una intervención realmente espléndida. Llora, pero con llantos de tragedia griega sobreactuada, pronuncia frases, que según una traducción libre que he pillado, no se corresponde muy claramente con lo que en principio parece. Es decir, o suelta un racimo de haikus disolventes, o está con una verborrea casi mística.

Sea de cualquier manera, comparado este berrinche confesional con la intervención de Sarkozy, nos apuntamos sin dudas al llanto. Porque Nicolás, Mariano y todos los corruptos de negación constante, hacen llorar a sus gobernados. Insisten de manera contumaz en sus mentiras, en su cinismo, no piden perdón por lo que han robado, sino que todavía amenazan más. El francés con presentarse de nuevo para salvar Francia; el otro con cambiar la ley electoral municipal para dar un pucherazo con su mayoría absolutista para salvar su negocio y la capacidad de apropiación indebida de toda su banda. La corrupción anida y crece muy bien en los ayuntamientos.