Raimundo Fitero
DE REOJO

Inyecciones

Vaya por delante la final de «Masterchef», un programa que entretiene a partir de una mentira bien montada, que produce fenómenos mediáticos sin necesidad de telegenias contrastadas, que consigue unas audiencias fieles exuberantes y que dio el triunfo a Vicky, una carnicera mallorquina en paro que de repente va a ser una cocinera graduada en un programa de televisión. El certificado se lo concedieron los hermanos Roca cocineros de éxito mundial, con el amparo de todo el programa. Estuvo muy entretenido el debate post-programa, un añadido que le dio continuidad y en el que se completó la visión del producto a partir de algunas de las tomas falsas y demás material de lo que no se ve en el montaje final de cada entrega. Este programa es una franquicia universal que funciona globalmente.

No hay forma de sacudirse de encima la tosca realidad sangrienta, corrupta, violenta, descorazonadora. Desde lo grande, es decir, esta barbarie israelí, a lo estructural e ideologizado: la pena de muerte en algunos estados de los USA. Nos cuentan que un reo pasó dos horas agonizando frente a todos los presentes en su ejecución. La inyección letal no acababa de funcionar con la rapidez y limpieza deseada. ¿No es una barbaridad hablar así de la vida y la muerte? ¿No es indecente en todos los casos matar a nadie por sentencia, con alevosía, nocturnidad y falta de empatía? Verdugo es una profesión o una patología, depende del punto de vista del narrador.

Otra inyección ha causado un revuelo. Una yegua, llamada «Imagínate», ganadora de un Gran Premio, fue descalificada por dopaje. Se le encontró en su sangre restos de morfina. Es difícil entender que la morfina ayude a nadie a ganar una carrera, pero nos demuestra una vez más que ciertos supuestos deportes son un constante maltrato a los animales.

En este caso tiene un añadido que le confiere notoriedad: la propietaria de la yegua es nada menos que la reina de Inglaterra. Las monarquías europeas siguen en su propia Edad Media. En TVE retransmiten las carreras en directo desde los hipódromos aristocráticos. Es un negocio de apuestas. Y los caballos van al límite, con dopaje o sin dopaje son maltratados.