Raimundo Fitero
DE REOJO

Colaterales


Viendo lo que sucede en Gaza, lo que está pasando en África con el ébola, algunas referencias a las batallas dispersas de esta guerra global no declarada, casi todo se convierte en superficial y frívolo. Pero como dice Cristina Fernández, la presidenta argentina, el mundo sigue y Argentina sigue, aunque los buitres revoloteen por encima de los oficios oficiales y las cabezas de los argentinos. Hasta la televisión sigue, se estrenan series, se repiten series, se abren y cierran series, se presentan programas franquicias y así sucesivamente.

Me ha dejado perplejo una noticia sobre el «Gran Hermano» israelí, que nos dice que debido a la situación de sus ejércitos pisoteando la vida y la tierra de los palestinos, se han trasladado a un refugio anti-bombas. Esto, leído así, suelto, puede parecer un efecto colateral de una guerra, pero no tiene nada que ver porque no existe tal guerra, y el cambio de escenario forma parte del mismo acto propagandístico del gobierno israelí, que camufla su actitud destructora, de aniquilamiento, como un acto de defensa, cuando es un ataque imperial, una apisonadora militar frente a un pueblo con defensas primarias.

Hemos intentado señalar en muchas ocasiones que se utilizan los programas más aparentemente insignificantes para transmitir ideología, para crear el ámbito mental propicio para sembrar las ideas más reaccionarias o las más sutiles. Las series son propaganda. Desde «Homland» hasta «El príncipe». Y de por medio todas las tertulias del corazón que quiera, todos los humoristas que les parezca. Y documentales aparentemente neutros sobre la naturaleza y la fauna, que son compendios de supremacías trasnochas.

Los noticiarios son plataformas abiertas, las que definen los efectos colaterales en bruto. Sin matices. Es decir, discursos masivos, con imágenes prefabricadas. Siempre desde las cámaras israelís se encuentran túneles en hospitales, armas en colegios, y nunca hay un muerto. De ahí se desprenden todos los detalles y matices, y el caso de este «GH» es notorio. Los palestinos de Gaza no tienen ni agua potable, ni electricidad para hacer funcionar las máquinas de diálisis. Un reality terrible, repugnante.